Crónicas históricas
Encendemos motores. La máquina de los dos tiempos despega y nos lleva desde el confinamiento hasta aquellos gloriosos minutos del Rayo Vallecano– Girondins de Burdeos, en octavos de final de la UEFA.
Ellos tienen a Dugarry, campeón del mundo y de la Eurocopa con Francia; tienen a Pauleta, el “Ciclón de las Azores”, antiguo pichichi de la Segunda División española con el Salamanca.
Es un equipo de estrellas y semiestrellas que va primero en la Ligue 1. Llegan a Vallecas con la sensación de los deberes hechos antes de hacerlos. Pero ojo: el Rayo Vallecano viene de probar el sabor de lo inesperado contra el todopoderoso Lokomotiv de Moscú. 0-0 en la ida y 2-0 en el Teresa Rivero.
Es de noche y hay muchos asientos vacíos. Tal vez quienes eligieron no ir, lo hicieron para evitar sufrir una goleada del Girondins y un adiós al sueño de la formación que más lejos llegó en la historia del club. O tal vez es el frío (estamos en febrero), las dos cosas o el frío como excusa. Noche gélida y de arrepentimientos.

Al partido no lo retransmite ninguna cadena española. Solo el Canal Plus francés. Los que se quedaron en casa, a pegarse a la radio entonces.
En el inicio, aquellos ausentes piensan que han hecho bien, porque Laslandes, internacional con Francia, marca el 0-1 en el minuto 3, cuando Teresa todavía no había llegado al palco. Mal futuro corto para los de Juande Ramos.
En el 4’ Hélder tiene el gol y salva el portero. Una temprana excepción a favor de los locales.
En el 12’ Pauleta intenta un globo y Lopetegui la manda al córner con una estirada hacia atrás. Era el segundo.
El Girondins domina frente a un Rayo que se repliega lento. Tanto respeto excesivo al rival lo cuentan bien los nervios.
La defensa sale mal y se la deja a Pauleta, que chuta desde fuera del área y otra vez salva Lopetegui. Volando hacia la derecha con las dos manos manda la pelota a los Bukaneros.
Bolo no aparece. El relator francés lo nombra con entusiasmo cuando inventa una chilena vistosa en el semicírculo del área. Pero el balón se va lejos.

En el minuto 18 le hacen una falta a Míchel en terreno del Girondins, apenas cruzando la línea central. El centro llovido le cae en el costado derecho a Quevedo, cabecea transformándolo en centro al área, toca Ballesteros hacia atrás frente a un portero que sale mal y De Quintana marca el empate, justo en el peor momento del Rayo, dominado por un Girondins sin aciertos.
“Igual tendríamos que haber ido”, le dice un padre a su hijo, mientras escuchan la radio vestidos con la camiseta del Rayo.
En el minuto 26, la posesión es del 50% para cada equipo.
Cerca del final de la primera mitad Dugarry la pica para Pauleta, que chuta raso y da en el palo.
Ya en en descuento Lascandes falla un gol que hubiera sido inolvidable para él. Por suerte, lo inolvidable para él es cómo pudo haberlo fallado.
Final del primer tiempo. El Girondins mereció más, pero el Rayo mereció el gol.
En el arranque de la segunda mitad parece que los jugadores de ambos equipos se han intercambiado las camisetas. El Rayo sale dueño del balón, con una actitud insospechada. ¿Quizá vieron el vídeo del Girondins en el primer tiempo? Dudo que los franceses les hayan hecho el favor de grabárselo.
Las entradas de Bartelt y Bolić emparejan el partido.
En el 65’ Pauleta chuta de nuevo al palo y, en el rebote, Lascandes falla otra ocasión que lo visitará junto a la anterior en sus pesadillas.
Del lado local, la tiene primero Bolić y después Bartelt de cabeza.
El hijo: “Yo te dije que iba a por las entradas y tú me dijiste que no…”
En el minuto 73, el Girondins pierde un balón en el centro del campo. Es un regalo. En tres pases le queda la pelota a Bolić, que remata cruzado y Ramé se queda inmóvil: 2-1.

“Qué pena, vamos a llegar tarde, si no me iría ahora”, piensa el padre.
En el 75’ Pauleta logra otras de las cosas increíbles del partido: el tercer palo, después de una vaselina a Lopetegui que da en el larguero.
El hijo, riendo: “Oye, papá, ¡le podrían llamar Paloleta!”
Mami Quevedo la engancha desde fuera del área y rebota en un defensa. La trayectoria confunde al portero y también a Quevedo, que no espera el gol. Pero es gol. Cómodo 3-1.
Las banderas de los visitantes se quedan muertas, como clavadas en la luna de esta noche inesperada.

El timbre de los relatores franceses fue pasando de la euforia de un partido de fútbol a un documental y de ahí a una película dramática.
Y roza el llanto cuando Míchel, que no había aparecido casi nada en el segundo tiempo, marca el cuarto de falta directa en el 89’. Golazo y ya saben cómo siguió la historia, con un Rayo gigantesco ganando 1-2 en Burdeos.
Apagamos los motores de la máquina de los dos tiempos, volvemos a nuestras casas.
Y porque la imaginación nunca estará confinada, nos vemos en el próximo trayecto. ¡Ánimo y fuerza, rayistas!