Dicen que cuando fracasas en la entrega de un regalo siempre hay alguien con espíritu conciliador que afirma esa socorrida frase de “lo importante es la intención”.
En Vallecas, sabedores de lo que cuesta un presente, de lo que supone regatear a los números rojos para tener un detalle con un ser querido, se valoran esas cosas.
El Rayo Vallecano presentó otro alegato en favor de su candidatura a la permanencia derrotando a un Alavés que mostró credenciales para su descenso.
Aquello pareció una fiesta cuando Camello y Álvaro hicieron de las suyas e Isi se postuló para golear. La gente se divertía en la primera tarde fresca de la temporada y todo era una cuestión de tiempo y de acierto.
Mumin, en su exuberancia física quiso cortar una contra visitante con diligencia y agresividad, pero calculó mal y su pie fue para el rival y no para el balón. Su expulsión obligó a ambos equipos a cambiar su plan. Los locales se convirtieron en remeros de galeras y los visitantes, con la entrada de Joan Jordán pretendían dominar. Abdul se disculpó con la grada y esta le aplaudió. Esto es Vallecas.
Los primeros consiguieron pronto su objetivo. Los segundos solo cuando el cansancio hizo mella en los de Íñigo Pérez.
El inicio de la segunda parte fue el reverso de la moneda del de la primera. Los de García Plaza con la cartilla aprendida buscaban el gol. Los franjirrojos achicar y aprovechar faltas o saques de esquina para obtener ventaja.
Las guerras carlistas se saldaron con la victoria de Augusto en el campo de batalla. Carlos Vicente se presentó solo en el área, y a campo abierto no pudo fusilar a Augusto. Carlos Martín también lo intentó pero Batalla, ya Émerito Augusto, lo aplacó.
La resistencia se convirtió en revuelta y comenzaron a aparecer los talantes y los talentos. Una ruleta de Ratiu por aquí, un quite de Óscar por allá, un intento de Lejeune de falta por acullá. El Alavés se partía y el Rayo contra todo pronóstico, sin punta de lanza, amenazaba.
Así fue como en menos de lo que echas un azucarillo en el café la pelota pasó del costado defensivo derecho local al ofensivo izquierdo. La triple alianza formada por Andrei, Álvaro, Adrián se unió para llevar el balón al zurdo Gumbau que ejerció de killer a tiempo parcial. Gerard disparó de modo siniestro contra el palo, contra Sivera y contra las ilusiones del equipo gasteiztarra que entendió que se iría de allí de vacío.
Como alma en pena, el equipo blanquiazul vio cómo Ratiu pudo hacer el gol del año, arte en el control y violencia en el disparo, y Balliu el centro-gol de la campaña. Aridane también pudo golear.
Victoria de las de oficio y emoción, de las que que recuerdan a lemas futboleros de antaño como el del Blackburn Rovers inglés. “Arte et labore”. Pues eso.