Dicen que tras los fastos navideños el mes de enero se hace largo. A mí se me hizo eterno, tanto, que no alcancé la salud, las ganas, las fuerzas de escribir sobre el Rayo Vallecano y sus gestas. También una especie de miedo ante la posibilidad de que el gafe fuera yo me echó para atrás.
Planteadas las sentidas y sinceras disculpas vayamos a los hechos. Al único que no se le hizo largo el primer mes de 2025 fue al Rayo. Solo una mala tarde una Donosti, cuatro victorias y un empate en casa de Iñigo coronan una cuesta de enero en la que la franja fue quizá la única vallecana que no sufrió.
¿Que no sufrió? Bueno, lo hizo y de qué forma. El empata-gigantes visitaba al matagigantes de la 24/25 con la confianza de que el equipo competidor y granítico con toques de canchero que es el Rayo aprovechara alguna leve distracción del local Leganés, competidor, granítico y con toques de canchero.
El vecino Lega podría venirse arriba tras haber derrotado a Barcelona y Atleti gracias a sus dos torres o distraerse pensando en el Real, pero fue derrotado por un picor en la espinilla.
La épica se presenta a veces en modos inimaginables. Álvaro García, rayista y residente en Leganés tenía la pelota en tres cuartos de cancha y valoraba sus opciones. A Sergio González, capitán y central pepinero y como Quincy Watts, héroe en Barcelona, le picaba la espinilla y claro, no pudo evitar, es un ser humano, parar un segundo para rascarse la pierna. Fue el momento elegido por Randy Nteka para desmarcarse y obtener un metro de ventaja. Sergio le agarró con picardía y el arbitro señaló la infracción. Vodevil típico, protestas, vaya falta arbi…¿ROJA? ¿QUÉ?
Quintero González, trencilla implacable, estimó que el zaguero blanquiazul era el último hombre y lo mandó a la caseta pareciendo decirle “una amarilla por despistarte y otra por imprudente, ea”.
Toda historia épica necesita de un héroe y un villano. Aquí hubo bofetadas para dichos papeles y se presentaron al primer casting (nos vale cualquier papel) Lejeune, Dmitrovic y Pathe Ciss.
La noche avanzaba y la pelota no quería abrazar la red. Florian la estampó contra el larguero, Pathe la quiso llevar al huerto (de pepinos, obvio), Marko no lo permitió y Ciss finalmente lo logró. El gol pareció dar los tres puntos a la franja que era toda felicidad pero el Lega nunca se rinde.
El reloj marcaba las horas y Brasanac presentó su candidatura a “héroe por un día”. Se internó en el área y a la “remanguillé” Lejeune, superado, le dejó el pie atrás. El VAR dictó sentencia y comenzó el juego de sonrisas. Batalla y Miguel se abrazaron, se miraron, y rieron a mandíbula batiente hasta que Augusto rechazó el disparo desde los once metros. Rozier ganó la carrera por el rechace a Mumin y cuando los visitantes maldecían su suerte y los locales abrazaban la suya con el empate el video-arbitraje obligó a repetir la escena. Galo y ghanés se habían adelantado al lanzamiento.
Volvió el ritual de arrumacos y risas, Batalla volvió a frenar a Miguel de la Fuente repeliendo la pena máxima y el Rayo se llevó los tres puntos de Butarque, suma ya treinta y dos y empieza a ver la orilla de la permanencia más cerca mientras escucha cantos de sirena europeos que desaparecen en cuanto Iñigo Pérez oye hablar de aquello.
Firmen a Batalla, hagánlo ya.
