Desde que era pequeño mi pasión por el fútbol no hizo salvo crecer. Lo jugué con los amigos, lo escuché por la radio, lo seguí por la prensa e incluso cuando el maltrecho bolsillo lo permitió acudí al estadio a emocionarme con las jugadas de mi equipo y sufrir las del rival. Ahora acudo a las redes sociales y me siento en el sillón a verlo por el Smart TV. Estoy convencido sin embargo que la caja es ahora más tonta que antes. Sea como fuere, año tras año esa pasión ha dado paso a un desasosiego anodino y vulgar, a una alegría en microscópicos retazos y a una frustración y rabia que hacen que haya decidido tomar el camino contrario.
Los resultados de mis equipos, el rojiblanco de cuna y el franjirrojo de corazón no justifican esta sensación. El primero está asentado en el fútbol de élite y el Rayo Vallecano alcanzó en mi opinión el cenit futbolístico el domingo pasado ante el F.C. Barcelona.
La contracrónica del Rayo vs Barça
Dicen los que tienen los datos que fuera de España los aficionados solo ven partidos de Real Madrid y Barcelona. También afirman que hasta en países hispanoparlantes como México la única liga que se sigue al completo es la Premier League. Probablemente sea por que al menos hay mayor igualdad o dicho de otra manera menor desigualdad, no lo sé. Al menos no es una liga de gigantes contra cabezudos en las que unas mentes pensantes prefieren el seguidismo a la búsqueda de la equidad.
Real Madrid y Barcelona son Godzillas a los que todo el mundo alimenta por miedo o un extraño interés, el de comer de sus migajas.
Esta temporada quise limpiar mi mente y dar una oportunidad más, la enésima, al negocio del balón que nos hizo felices pateándolo o viendo correr.
La rabia que Mendel me metió guisante arriba o abajo ya había hecho hace tiempo que viera pocos partidos del vecino blanco, pero el Barcelona de Flick me atraía por su frescura y juego , así que me planté delante de la pantalla para verlo jugar en Mallorca. El hecho de ver disfrutar a un familiar muy querido del equipo azulgrana supuso la excusa perfecta para ver jugar a Lamine y diez más.
Los sucesos paranormales acaecidos en Son Moix ya me hicieron dudar del propósito. Lo que pudimos ver todos en Vallecas, unido esto a un rato incómodo en el que discutí de aquella manera con mi ser querido me han hecho tomar una decisión que solo el tiempo dirá si podré respetar. Me convertí en un hooligan de grito limpio con las decisiones arbitrales de siempre y llegué a huracán categoría 5 cuando, tras el empate final rayista recibí el típico comentario “chiringuitero” de “a ver si estos se esfuerzan igual contra los demás”.
No me merece la pena intercambiar groserías y miradas desafiantes con alguien que quiero. Ni esa persona a la que aprecio y admiro ni por supuesto yo estuvimos a la altura por lo que creo que ha sido suficiente. Ahora que se ven mas camisetas con Rayo que nunca en nuestras calles he decidido que a los del duopolio los va a ver su tía, que por uno que no vea sus partidos no se les va a acabar su negocio de prebendas y chanchullos y que me voy a ahorrar un montón de disgustos con esas operetas que , salvo momentos felices como el del repaso de David a Goliat en la cuesta del Payaso Fofó el pasado domingo suelen terminar con los de Chamartín o azul y grana mirando por encima del hombro con esa sonrisa de “¿qué esperabas?”.
Se acabaron Madrid o Barcelona para mí aunque, quien sabe, me guardaré el pecado adulto de Europa, donde ellos tienen que pelear “casi” en igualdad de condiciones y otros, a los que nunca nos toca estar ahí vamos a disfrutar de una bonita excursión.
Va a ser un viaje en el que tendré que evitar cual inconsciente kamikaze a los del viaje de un solo sentido, pero va a seguir un remanso de paz ir por el camino contrario.
