El uso del perfume va más allá de lo estético, pues se ha demostrado que está relacionado de manera directa con las emociones y los recuerdos. Todo gracias al vínculo entre el sentido del olfato y el cerebro. El hábito de utilizarlo se relaciona con el sistema límbico, como la amígdala y el hipocampo, que es la región del cerebro encargada de procesar emociones y recuerdos. Y este relación explica el por qué ciertos aromas evocan sensaciones específicas como pueden ser tranquilidad, alegría o energía.
Cada día nos damos más cuenta de que los perfumes no sólo fragancias, porque estos son capaces de influir en el estado de ánimo de las personas y reflejar necesidades emocionales de quién los usa. Así, hay personas que suelen apostar por fragancias que les proporcionan calma, confianza o bienestar, relacionando con su estado de ánimo o experiencia vividas previamente.
Reacciones en el cerebro
Las fragancias, por tanto, pueden desencadenar diversas reacciones en nuestro cerebro y estas directamente influyen en las emociones. Algunos casos son los siguientes:
- Lavanda: promueve calma y reduce el estrés.
- Cítricos: estimulan la energía y mejoran la concentración.
A todo ello, añadir que el uso constante del perfume está asociado también con la liberación de serotonina, tal y como es conocida la hormona de la felicidad. Esto no sólo genera placer en ese momento, también contribuye a:
- Tener estabilidad emocional.
- Mejorar la autoestima.
- Aumentar la confianza y seguridad personal.
Despierta recuerdos
Esto es posible por el vínculo que existe entre el sistema olfativo y el hipocampo, la estructura cerebral que se encarga de la memoria. Así, cuando se percibe un olor que se ha asociado a una experiencia concreta, nuestro cerebro lo reconoce inmediatamente. Esto consigue porque el sistema olfativo envía señales directas a estas zonas cerebrales.
Con este proceso se entiende que un olor pueda sernos familiar de forma inmediata, incluso sin asociarlo a un recuerdo concreto. Como aseguran algunos expertos, es un “esto ya lo he vivido”, pero sin saber exactamente cuándo.
Factores culturales y demencia
Aunque la relación entre olores y emociones es universal, la percepción de los primeros depende de factores personales y culturales. Cada cultura tiene sus olores preferidos y se aprenden a través de la experiencia y el entorno. Por eso se asocia, por ejemplo, el incienso con culturas asiáticas y las hierbas con las mediterráneas.
En cuanto a la edad, la pérdida de olfato puede ser un indicador temprano de enfermedades neurodegenerativas como la demencia, por ello la importancia de este sentido en la salud en general.
Provoca emociones
Aunque los olores tiene un gran impacto emocional, todavía queda mucho camino por recorrer en cuanto a la investigación en este apartado. Para los expertos, es difícil de determinar si un olor concreto puede conllevar a un estado emocional específico, como la relajación.
En este ámbito, la investigación choca con dificultades puesto que lo que se conoce de los sentidos químicos, en referencia al olfato y al gusto, es mucho menos de lo que se sabe sobre los físicos.
Una herramienta de bienestar
Como dijimos, usar a diario perfume es algo más que una preferencia estética, es una búsqueda del bienestar emocional. Cada elección pone de manifiesta aspectos de la personalidad y las necesidades de cada la misma.
En definitiva, no estamos ante un simple accesorio y sí con un elemento sutil y poderoso de conectar con uno mismo y quienes nos rodean.
En resumen, el perfume no es solo un accesorio; es una forma sutil y poderosa de conectar con uno mismo y con el mundo que nos rodea.
