El paracetamol es uno de los fármacos más consumidos en el mundo. Tiene propiedades analgésicas y antipiréticas y suele ser utilizado para tratar la fiebre y el dolor leve y moderado. Su consumo es habitual, pero hay que tener cuidado. Un estudio alerta de los peligros de su consumo continuado en las personas mayores. En concreto, un análisis realizado por científicos de la Universidad de Nottingham ha descubierto una relación ‘dosis-dependiente’ entre el uso del analgésico y los problemas digestivos, cardíacos y renales.
El estudio de Arthritis Care & Research alcanzó a más de medio millón de personas mayores de 65 años durante cerca de 20 años y sus resultados ponen de manifiesto que aquellas personas a quienes se les recetó paracetamol dos veces en seis meses tiene un riesgo particularmente alto de sufrir complicaciones.
En comparación con un grupo controlado del mismo rango de edad, aquellos con ese número de recetas tenían más posibilidades de sufrir úlceras de estómago, insuficiencia cardíacas, hipertensión y enfermedad renal crónica. Además, cuanto más paracetamol consumía una persona, más probabilidades tenía también de que una úlcera de estomago se abriera.
Este analgésico se prescribe de manera habitual a personas mayores para ayudarlas a controlar todos los síntomas de diferentes tipos de enfermedades crónicas, como son la artritis y la osteoporosis.
Muy presente
Diferentes estudios advierten de que alrededor del 90% de las personas mayores de 75 años toman regularmente paracetamol. Lo hacen principalmente para tratar el dolor en las articulaciones y los huesos, así como las consecuencias de las caídas. De acuerdo con el profesor Weiya Zhang, epidemiólogo del Instituto Nacional de Investigación Biomédica de Salud y Asistencia de la Universidad de Nottingham, los pacientes “deberían considerar cuidadosamente” si tomar o no esta medicación con tanta frecuencia.
Para Zhang, “el uso de paracetamol como analgésico de primera línea” en determinadas enfermedades a largo plazo como “la osteoporosis en personas mayores” debe considerarse “cuidadosamente” y agrega que “tiene un efecto mínimo de alivio de dolor”.
La diferencia entre medicamento, principio activo y un fármaco
En el lenguaje coloquial se habla de manera indistinta de un medicamento, principio activo o fármaco son saber que en realidad, aunque son similares, son conceptos que hacen referencia a productos de venta en farmacias con matices diferentes.
El principio activo es la sustancia responsable de la acción en el organismo. Por tanto, sería la de tratar o prevenir una enfermedad, de acuerdo a lo que dice Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG).
Para Armenteros, “académicamente el fármaco y el medicamento, según la RAE, son lo mismo desde un punto de vista genérico” pero parar la Organización Mundial de la Salud “se refiere al fármaco como algo enfocado en la sustancia que, una vez introducida en nuestro organismo, va más allá del tratamiento de una dolencia”. Es decir, que el fármaco “es capaz de modificar una determinada función de nuestro cuerpo: puede prevenir como sería el caso de los anticonceptivos, o bien cambiar la inmunidad para ofrecernos la posibilidad de curarnos”.
Así, el fármaco es la sustancia concreta que, una vez dentro del cuerpo, puede modificar una función para reparar un daño y curar.
En cuanto al medicamento, Armenteros comenta que “es el resultado de la mezcla de una o varias sustancias activas, a las que se añaden determinados excipientes de acuerdo al resultado que queramos obtener para poder administrarlo”. De esta manera, en términos generales, “hablamos de fármaco cuando nos referimos a una sustancia que tomamos y modifica determinada función del organismo. Medicamento es la mezcla ce una o varias sustancias envueltas en un excipiente para darle forma farmacéutica y que pueda administrarse”.
