El apagón eléctrico sufrido el pasado 28 de abril ha encendido las alarmas no sólo entre los ciudadanos, también el interés de estos por la energía solar. Tal ha sido este cambio, que instaladores y consultores energéticos confirman un repunte repentino en las consultas para instalar placas solares en viviendas particulares. Parece que el apagón ha servido para que la ciudadanía reaccione y muchos den el paso adelante.
De acuerdo con Juanjo Catalán, consultor energético y asesor de ASELEC (Asociación de Empresas Eléctricas de Valencia) estamos inmersos en una transformación profunda del modelo energético, una transición que afecta tanto a empresas como a ciudadanos: “El mundo se está electrificando y eso implica que cada vez más usos – calefacción, transporte, climatización – pasarán a depender de la electricidad. Pero esa electricidad debe ser limpia, si no, no sirve de nada”.
Las placas solares crecen
En el contexto actual, el autoconsumo energético mediante placas fotovoltaicas es una de las opciones más extendidas. Pero para Catalán, no es tan sencillo como muchos creen ya que “una instalación sin almacenamiento, es decir, sin batería, puede no ser suficiente para asegurar el suministro durante un apagón”. Las placas solares están conectadas a la red eléctrica convencional y sin una batería que acumule energía generado, no garantizan independencia energética en caso de corte de suministro.
Pero las baterías son, en estos momentos, una tecnología en evolución: “Hasta hace poco eran muy caras y poco eficientes, pero como ocurrió con las propias placas hace una década, su coste está bajando y su rendimiento mejorando rápidamente”. Esta evolución permitirá que el modelo de autoconsumo con almacenamiento, en el que la energía solar se guarda en baterías para usarse cuando se necesite, se convierta en el estándar del futuro.
La realidad que no espera combina grandes instalaciones de generación centralizada con miles de pequeños productores distribuidos -viviendas, edificios, comunidades- conectados en red. Es más, en la actualidad ya existen modelos de comunidades energéticas en las que varios edificios o instalaciones dentro de un radio de dos kilómetros pueden compartir energía solar, optimizando recursos y aumentando la resiliencia del sistema.
Pero no será sencillo, pues en ciudades verticales como Madrid, Barcelona o Valencia, uno de los principales desafíos es la falta de superficie útil en los edificios: “En un bloque de pisos lo que hay es una azotea limitada y eso condiciona la capacidad de generación. No puedes cubrir la demanda de todas las viviendas, pero sí abastecer zonas comunes como ascensores, luces del portal o incluso la piscina”, comentó Catalán.
Por el contrario, en urbanizaciones horizontales o chalets, el autoconsumo es mucho más factible. Con espacio suficiente en el tejado, una vivienda puede instalar 10 o más placas, generando con facilidad 5 kW de potencia: “Este tipo de instalación es ideal, especialmente si se combina con batería, porque puede garantizar suministro incluso en situaciones de emergencia”.
Otro gran cambio llegará
Hay más cambios que se avecinan y uno de ellos es el que tiene que ver con la gestión de la red eléctrica. Hasta ahora, la electricidad debía consumirse al mismo tiempo que se generaba. Pero esto está cambiando debido al desarrollo del almacenamiento a gran escala y doméstico, que permitirá equilibrar la oferta y la demanda. Esta digitalización y flexibilidad del sistema es esencial para integrar más renovables.
Sobre la relación con las eléctricas, Catalán reconoce que “se abre un melón” porque aunque muchas comercializadores ya están dentro del negocio del autoconsumo y la generación distribuida, todavía queda mucho por regular. Para el consultor de ASELEC, lo importante es que los usuarios acuda a instaladores profesionales de placas solares y que analicen su perfil, situación técnica y posibilidades reales de ahorro porque “esto no es un supermercado, se necesita un estudio, planificación y seguridad”.
