El pollo es uno de los alimentos esenciales en la dieta española, muy utilizado por aquellas personas que desean llevar una forma de vida saludable. Es un producto que destaca por su versatilidad y valor nutricional y, de acuerdo a datos de Statista, su consumo per cápita en España en los últimos años ronda los 10,5 kilos, una muestra de que estamos ante un alimento que se adapta a muchas recetes y de sus beneficios para la salud por su bajo contenido en sal y su alto aporte proteico.
Sobre muchos mitos acerca del pollo habló Pablo Ojeda, nutricionista, que desmitificó varios y recordó un detalle que puede afectar a la salud de quienes consumen pollo: lavarlo antes de cocinarlo, algo que puede ser contraproducente.
El color del pollo: ¿es el amarillo más sano?
De acuerdo con Ojeda, el color del pollo no tiene nada que ver con la frescura ni con la calidad de la carne: “El pollo aunque sea más amarillo no significa que sea más sano, te cobran 5 euros más pero simplemente le han dado maíz que es amarillo, y hace que se ponga más amarillo”, comentó el nutricionista en una entrevista radiofónica. Añadió Ojeda que el pollo amarillo y blanco “son primos hermanos” y es que tanto uno como otro provienen de las mismas estirpes avícolas y pasan por procesos de cría similares, manteniendo una calidad y valor nutritivo constantes con independencia de su apariencia externa.
Para Ojeda, la única diferencia que está relacionada con el color del pollo radica que los pollos amarillos suelen tener una dieta que incluye una mayor proporción de pigmentos naturales como el maíz y la alfalfa. Por el contrario, los pollos que tienen la carne blanca se crían, generalmente, con una dieta que contiene menos pigmentos.
Los mitos, desmitificados, sobre el color
Ojeda también desmintió la idea de que consumir la piel del pollo sea perjudicial para la salud de las personas o que contribuya de manera significativa en el aumento del peso. Y es que muchas personas no la comen por miedo a consumir demasiada grasa y aumentar de estar forma las calorías del plato. Según el experto nutricionista, no hay un motivo real para preocuparse. Y es que esa parte del pollo, la piel, también contiene proteínas y una proporción de grasa que no incrementa de forma considerable el aporte calórico respecto al resto de la carne.
Por tanto, lejos de considerarse un exceso que es poco saludable, puede incluirse sin problema en una dieta equilibrada siempre que se consuma con moderación y dentro de un estilo de vida saludable: “Se puede comer perfectamente. Aparte es una zona que tiene muchas proteínas, que tiene buena cantidad de grasa, pero que no tiene muchas más calorías que el pollo, unas 50-70 calorías”.
Por último, Ojeda aseguró que son muchas las personas que antes de comenzar a cocinar el pollo llevan a cabo una práctica que según el nutricionista puede ser contraproducente, esta sí. Se trata del lavado bajo el grifo y el posterior secado con un trapo, que es lo que puede hacer que se dispersen las bacterias, aumentando de esta forma el riesgo de contaminación cruzada en la cocina.
Son estas bacterias las que pueden ser responsables de los dolores de estómago que pueden llegar posteriormente y que no se logra identificar el motivo. Ojeda advierte que “el pollo nunca debe limpiarse”, puesto que las aves son propensas a tener más bacterias y al limpiar y secar con un paño de los que tenemos en casa se puede promover la proliferación de estas bacterias en otros lugares de la cocina.
