No es nada nuevo el hecho de que en España los horarios de comida no tienen ninguna semejanza con el resto de países de Europa, una forma (o un tiempo) tan particular de entender la nutrición que hay expertos que creen que puede afectar a su salud. No en vano, mientras que en el resto del Viejo Continente sus gentes se habitúan a fijar sus comidas en base a la hora de salida y puesta del sol, en nuestro país se hacen más comidas, más contundentes y más separadas en el tiempo, algo que la ciencia se ha encargado de estudiar a través de lo que se conoce como crononutrición.
¿Qué es la crononutrición?
La crononutrición es, ni más ni menos, la nueva ciencia encargada de calcular las consecuencias que sufre nuestro cuerpo basándose en los horarios de alimentación. Luis Alberto Zamora, experto nutricionista español, explicó en el programa de televisión ‘Y ahora Sonsoles’ que el horario de ingesta de alimentos es clave a la hora de sufrir mayores o menores problemas cardiovasculares. Y no sólo eso, sino que influye en gran medida en el control del peso, debido a los niveles de azúcar en sangre.
“Debemos desayunar cuando nos haya dado una hora de luz solar”, afirma Zamora, fijando las ocho de la mañana como una de las mejores horas para hacerlo. Asegura que el cuerpo humano es sabio, pues “contiene unas células-reloj” que son capaces de reconocer y estimular ciertos procesos al recibir luz natural. “Cuando el cuerpo ya se ha despertado, las hormonas están preparadas y el cortisol está en su punto álgido”, explica.
Otro tip para activar el reloj interno es exponerse a lo largo del día a la luz solar. No sólo mejora el humor -de ahí que en las películas, los días de mal tiempo se relacionen siempre con tristeza-, si no que también activa la hormona de la melatonina, importantísima para tener un horario de sueño de calidad.
Dicho esto, no sólo deberíamos cambiar nuestro horario del desayuno. La hora de la comida también debería adelantarse, marcándonos las dos de la tarde como hora máxima. “La comida la deberíamos hacer más temprano. A la una y media de la tarde es perfecto, o antes de las dos. El cuerpo a esa hora está más preparado y hay menos resistencia a la insulina, menos picos de azúcar. El cuerpo tiene todas las hormonas preparadas, la insulina sería más efectiva”, asevera el nutricionista, que además señala entre otras ventajas el tener “un mayor control de glucemia en sangre”.
Así, hay que tener en cuenta que enfermedades como la diabetes y la obesidad son las primeras causas de problemas en el corazón y, por lo tanto, un mejor control de las comidas y de los horarios de las mismas ayudarían a mejorar la salud cardiovascular.
¿Y las cenas, qué pasa con ellas?
Al igual que sucede con el desayuno y la comida, Luis Alberto Zamora recomienda cenar más temprano. “Hacerlo más allá de las nueve de la noche se asocia con un 28% más de riesgo cardiovascular. Es decir, más riesgo de que tengamos un infarto o un ictus”, explica el experto. ¿El objetivo? No irse a dormir con la digestión en proceso. «Las personas que desayunan antes de las 8 y cenan antes de las 20 horas tienen un seguro de vida», resume.
¿Será el momento de cambiar nuestras rutinas de ingesta de alimentos y asemejarlas a las del resto de países europeos? ¿Tendremos que añadir al ya conocido refrán que dice ‘desayuna como un rey, almuerza como un príncipe y cena como un mendigo’ un ‘más pronto’?