En ocasiones, en cualquier sector, para tener éxito hay que dar un giro a lo que se está haciendo, reinventarse. El turismo es uno de los campos en los que más se necesita y cuando se hace de la forma correcta, la recompensa llega. Un ejemplo de ello es el Faro de Punta Cumplida, que se ha reabierto como hotel y en el que hospedarse en el mismo es considerado por todas aquellas personas que lo han hecho como una experiencia inolvidable. Se trata de un lugar en el que la historia marítima y el lujo contemporáneo se unen de una forma casi inverosímil, ofreciendo a los huéspedes una inmersión total en la fuerza del Atlántico.
Un cambio radical
El Faro de Punta Cumplida, situado en las Islas Canarias, fue durante más de un siglo y medio una pieza clave de las rutas marítimas que conectaban el continente europeo con el americano. Su potente luz rasgaba la oscuridad de la noche atlántica, guiando a incontables barcos. Pero, la automatización de su sistema a finales del siglo XX dejó sus dependencias vacías. Esto le abrió las puertas a una transformación radical, un futuro que no muchos habían previsto para un edificio de tanta historia.
El cambio de faro a hotel de lujo es un ejemplo de visión y respeto por el patrimonio. El proyecto asumió el desafío de dotar de las máximas comodidades a un edificio protegido, cuya esencia y estructura debían permanecer intactas. Se conservaron los anchos muros de piedra, la escalera de caracol que asciende por la torre y la imponente cúpula de la linterna. Este singular hotel no pretendía borrar el pasado, todo lo contrario. Se quería honrar lo vivido, ofreciendo la posibilidad de habitar un pedazo de la historia naval española sin renunciar al confort más exquisito, una fusión que convierte la estancia en un viaje en el tiempo con vistas panorámicas al infinito azul.
El entorno, protagonista
La experiencia de dormir en el Faro de Punta Cumplida trasciende la de cualquier hotel convencional. En este lugar el protagonista es lo que rodea al faro, el entorno. La arquitectura se adaptan al mismo. Además, las habitaciones, que tiene nombres que evocan su carácter marítimo, están diseñadas para maximizar la conexión con el exterior; los ventanales se abren hacia el océano; el mobiliario es elegante y funcional, escogido para no distraer lo que es verdaderamente importante: el espectáculo natural que se desarrolla a cada instante. A todo ello, añadir que el aislamiento es casi absoluto, una invitación a desconectar del ruido digital y conectar con el ritmo primigenio de las mareas, un lujo cada vez más escaso.
Aunque el elemento más sobrecogedor y distintivo de este alojamiento son, sin duda alguna, sus suelos de cristal. Situados estratégicamente en algunas de las estancias, estos paneles transparentes ofrece una visión directa y vertiginosa del acantilado y las olas rompiendo unos 30 metros más abajo. Se trata de una sensación única, la de caminar sobre el vacío, con el poder del Atlántico bajo los pues. Esta audaz característica de diseño no es apta para aquellas personas que sufren de vértigo, pero para los que no es un punto culminante de una experiencia que juega constantemente con los límites de la percepción, haciendo que los huéspedes se sientan parte del paisaje.
Piedra convertida en confort
La rehabilitación de una estructura como el Faro de Punta Cumplida es un ejemplo de proeza de la arquitectura moderna. No se trataba simplemente de decorar un espacio y sí de respetar el alma de una edificio centenario, garantizando al mismo tiempo la seguridad y el máximo confort. Los ingenieros y diseñadores tuvieron que buscar soluciones para integrar instalaciones modernas como climatización, fontanería de última generación y conexión wifi de alta velocidad, sin dañar la piedra digital. Este diálogo constante entre el pasado y el presente se deja ver en cada rincón de este peculiar hotel.
En definitiva, se trata de un hotel dirigido a un perfil de viajero que busca experiencias auténticas, que valora la soledad, el silencio y la conexión profunda con el entorno.
