Desde hace varios años ha quedado patente, a nivel mundial, que hay un buen número de adultos jóvenes que no abandonan el hogar familiar y, si llega el momento de hacerlo, al tiempo vuelven a vivir con los padres, que además siguen dándole ayudas económicas a sus hijos. A este tipo de personas se les conoce, en la actualidad, como KIPPER (Kids In Parent’ Pockets Eroding Retirement Savings) y describen el fenómeno en el que los hijos siguen dependiendo del apoyo financiero de sus padres, que ven como sus ahorros para la jubilación disminuyen.
Y es que tienen que destinarlos a ayudar a hijos, de una forma u otra. Como se explica en la web Femcafe, la ayuda de los padres a los hijos puede ser:
- Directa: si reciben ayuda para pagar el alquiler, coche o préstamo, por ejemplo.
- Indirecta: cuando viven en casa y no contribuyen a los gastos del hogar.
La realidad económica
Aunque pueda parecer que los jóvenes adultos apuesta por la comodidad, que también entra en las variables para explicar este fenómeno, lo que más suele pesar en la mayoría de los casos es la realidad económica que se vive en la actualidad. Los precios de la vivienda y los alquileres están disparados, mientras que los salarios a menudo apenas cubren los gastos básicos. A todo ello hay que añadir los préstamos, que si se tienen se llevan buena parte de los ingresos durante muchos años.
Una unión de factores en contra
Todo arranca cuando los jóvenes inician sus trayectoria profesional, que en la mayorías de los casos es con contratos temporadas, puestos precarios o trabajos a tiempo parcial, algo que no es compatible con planes a largo plazo. A todo esto hay que añadir que la situación económica global no ha sido la mejor, con crisis a nivel mundial, inflación desmedida y un imperioso aumento del costo de la vida, que afectó principalmente a aquellos que en esos momentos tenían que labrarse un futuro.
También, como se dijo antes, está la comodidad ya que muchas de estas personas disfrutan de los beneficios del estilo de vida KIPPER en casa de los padres o con su importante ayuda, lo que les produce menos estrés financiero, más oportunidades de ahorro y las ventajas del hogar. Esto puede restar independencia a largo plazo y retrasar la madurez, pero es una solución que muchos prefieren para evitar complicaciones.
A estas razones, obligadas y elegidas, hay que añadir otras de índole emocional. Hay personas que tienen fuertes lazos familiares o dificultad para separarse de su entorno, pero esto puede poner un riesgo planes de jubilación de los padres y su propia seguridad financiera, tal y como destacan en Femcafe.
Cómo salir del círculo KIPPER
Este estilo de vida no es permanente, aunque se puede prolongar si no se tiene una planificación consciente. Para salir de este círculo hay que dar una serie de pasos:
- Comunicación honesta entre padres e hijos. Los padres no deben centrarse solamente en dar, también tiene que imponer sus límites, determinando unos puntos clave en cuanto al apoyo general. Este refuerzo no puede ser para siempre.
- Elaborar un presupuesto en el que se establecen metas de ahorro y reducir gastos, así se puede intentar caminar haca la independencia.
- En cuanto a la vivienda, buscar alternativas como el alquiler compartido, un piso más pequeño o buscar otras zonas con precios más asequibles aunque conlleve alejarse.
- En el aspecto psicológico, que los hijos sepan ver que la independencia no es sólo una cuestión financiera, también un paso para su desarrollo personal.
