España esconde rincones espectaculares, algunos de ellos que desafían a la lógica y hacen que aquellas personas que los visitan empiecen a replantearse lo que creían saber sobre la belleza. Uno de ellos está en Cantabria y se trata de un pared de roca casi vertical de más de 700 metros que se puede subir en una pequeña cabina para llegar a la cima en cuatro minutos. Hacerlo abre una puerta a una experiencia que será inolvidable.
En un primer momento, al ver hasta donde hay que subir, la sensación es una mezcla de escepticismo y un cosquilleo en el estómago. Conforme la cabina se aleja del suelo, los usuarios de la misma van comprendiendo que en el corazón de Cantabria se esconde una de las maravillas más impactantes de todo el país. En unos minutos las personas que alcanzan la cima estarán en otro mundo.
Un viaje a las nubes en Cantabria
Si decides visitar este rincón de Cantabria, verás como el mundo comience a ser cada vez más pequeño mientras flotas entre gigantes de piedra. Es un momento extraño, en el que el vértigo inicial se traduce en curiosidad y admiración.
El sonido del viento es lo único que acompaña el suave zumbido que impulsa la cabina hacia el cielo. Abajo, el Circo de Fuente Dé se revela en toda su magnitud, un anfiteatro glaciar de una escala que la mente apenas puede procesar y el paisaje se transforma en una maqueta perfecta de la geografía cántabra. Te sientes un espectador privilegiado de un espectáculo geológico.
Un rincón que es parte de algo grandioso
Es en ese momento cuando comienzas a fijarte en los detalles imposibles de la pared de roca. Se pueden observar las grietas, los cambios de color, la vegetación que se aferra a la vida en las cornisas más inverosímiles y donde las paredes de roca caliza revelan texturas y formas que son invisibles desde abajo. Los Picos de Europa te abrazan y formas parte de algo grandioso.
Estamos ante un viaje a uno de los parajes más salvajes del norte peninsular y la experiencia se convierte en algo intensamente personal y casi espiritual. Comprendes que la verdadera magia de este lugar no está solo en lo que se ve, también en lo que se siente.
Un impacto desconocido
Al salir de la cabina, el impacto es el aire puro, frío y limpio, algo que parece que nunca se ha respirado de verdad. El silencio es roto por el viento y te encuentras con una de esas vistas que justifican cualquier viaje y que definen la grandeza de la geografía española.
Si el día de la visita el cielo está cubierto serás testigo de uno de los fenómenos más mágicos de la naturaleza. Al asomarte al mirador se ve un mar de nubes que se extiende hasta el infinito, con los picos más altos emergiendo como islas en un océano blanco en el que el mundo desaparece por completo bajo un manto algodonoso.
Un mundo desconocido
Desde dicho lugar parte varias rutas de senderismo que permiten adentrarse en el Parque Nacional. Lo más increíble de todo es que llegas a un entorno alpino sin tener que haber realizado un esfuerzo titánico para alcanzarlo. Es una forma de sentir la alta montaña y descubrir paisajes de una belleza sobrehumana, un privilegio único en España.
El impacto de esta experiencia sigue mucho después de tocar tierra firme. No es sólo el recuerdo de una vista bonita, es la sensación física de haber flotado entre montañas, de haber tocado el cielo con los dedos por un instante. Una vivencia que hacen recordar que España atesora una gran belleza natural.