Aunque a veces no se entienda por el frío que hace en el exterior durante el invierno, abrir las ventanas para renovar el aire interior del hogar sigue siendo una de las rutinas más importantes para mantener una vivienda saludable. Y es que ventilar la casa no es solo airear ya que con este sencillo gesto se reduce la concentración de CO₂, se equilibra la humedad y se mejora el bienestar respiratorio del hogar y de sus inquilinos. El problema no es abrir las ventanas, es saber cómo y cuándo hacerlo. Lo más recomendable, una ventilación total y cruzada durante cinco, diez o quince minutos.
Con la bajada de las temperaturas son muchas las personas, sobre todo en las zonas más frías del país, que tienden a cerrar herméticamente la casa durante los meses más complicados y la abren lo justo y necesario. Pero quizá no sepan que dejar el aire estancado lo único que hace es empeorar la calidad ambiental y favorecer irritaciones, alergias y dolores de cabeza que nada tienen que ver con el invierno en sí, sino con una vivienda que no respira y en la que se acumula un aire viciado.
La clave reside en elegir bien el momento y en este punto hay una máxima: ventilar a primera hora de la mañana, cuando nos hemos levantado y vamos a asearnos, es poco recomendable durante jornadas de frío intenso. En este tramo, más allá de que sean las horas más frías del día, se concentran los mayores picos de contaminación en las zonas urbanas debido al tráfico.
Abrir las ventanas con esta situación facilitan que entren partículas contaminantes, pero también provoca una pérdida de calor brusca que obliga a la calefacción a trabajar el doble. Ese esfuerzo extra eleva el consumo y reduce la eficiencia del sistema, un problema que es más patente en casas con un aislamiento no adecuado o mejorable. Esto es común en edificios construidos antes del arranque de los años 2000.
La manera correcta de ventilar
Pero tranquilidad, porque conseguir ventilar la casa de manera correcta no exige grandes sacrificios térmicos. La recomendación se mantiene, es la misma: cinco, diez o quince minutos de ventilación total y cruzada (generando corriente con otras ventanas y balcones de la casa) son suficientes para renovar el aire sin enfriar paredes ni mobiliario.
En realidad, abrir ventanas opuestas crea una corriente rápida, mucho más eficaz que dejar la rendija abierta durante una hora. También conviene elegir otro tipo de franjas, como las centrales, el mediodía, cuando las temperaturas son más elevadas. Durante las mismas, las temperaturas se suaviza y la contaminación baja, lo que minimiza el impacto térmico y mejora el aire que entra.
La humedad, otro punto a tener en cuenta
La humedad es otro factor que se debe vigilar; siempre, pero fundamentalmente en esta época del año, en la que pueden darse las situaciones antes narradas. Por encima del 50% favorece la aparición de moho, por debajo del 40% reseca la garganta y la piel. Ventilar de forma breve y constante ayuda a mantener ese equilibrio, sobre todo en baños tras la ducha y en cocinas después de cocinar. Del mismo modo, la campana extractora ayuda, pero no sustituye al aire natural.
La luz solar suma por su cuenta. Dejar entrar el sol calienta, desinfecta de manera natural y mejora la sensación de limpieza, algo especialmente útil en viviendas que están orientadas al sur o al este, en las que un rato de claridad puede compensar parte del frío exterior.
Conseguir una ventilación adecuada es, por tanto, una cuestión de estrategia y limpieza general: pocos minutos, corriente cruzada y las horas menos frías del día.
