Han pasado siete largos años (como para no verlos así, con una pandemia o un apagón de por medio) desde que entró en vigor la ley por la cual en España se empezaban a cobrar las bolsas de plástico. Aquel 1 de julio de 2018 el «¿quiere bolsa?» empezaba a popularizarse y a extenderse de tal manera que en la mente de los españoles un rápido ejercicio algebraico -o de Tetris, según se mire- indicaba a la cajera si sí o si no, y también cuántas. Desde entonces, muchos son los hábitos que han cambiado a la hora de hacer la compra… aunque todavía seguimos utilizando una media de 76 bolsas de plástico por habitante al año, según los últimos datos disponibles.
La calculadora dicta que esto supone que en España todavía utilizamos una bolsa de este tipo cada cinco días y medio, una cifra que cada uno puede componer en su cabeza con base en su propio uso pero que, a decir verdad, podemos congratularnos de haber reducido hasta una tercera parte respecto al inicio de los tiempos. Según los datos recogidos por el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico, en 2017, meses antes de que el Real Decreto entrase en vigor, el promedio estaba en 240 bolsas por habitante.
Esto demuestra que ya sea porque la ciudadanía está en el proceso de concienciación respecto al respeto del medio ambiente o simplemente porque nos resulte incómodo tener que pagar por nuestras bolsas -ya sean de plástico o de otros materiales- cada vez que vamos a comprar, lo cierto es que la medida ha sido un acierto. Uno que ha tenido su incidencia también dentro del mercado de la elaboración de dichas bolsas, ya que este se ha reducido hasta un 40%, gracias a la colaboración de la sociedad basada en la reutilización.
Bolsas de papel, con material reciclado…
La normativa que entró en vigor en 2018 supuso un cambio para los españoles y un reto para la industria, que tuvo que realizar grandes cambios en su forma de trabajar, puesto que el Real Decreto incluía también normas que les impactaban directamente, como la obligación de que las bolsas de plástico de toda la vida incluyeran, como mínimo, un 50% de material reciclado, que debía ser certificado por terceros. Parte de estas novedades está en la utilización cada vez más extendida de material compostable en las bolsas de un único uso, como las que hay en las secciones de frutas y verduras o en las de pescados.
Desde el punto de vista de la utilización de los plásticos, la normativa es estricta para con los fabricantes, que se han visto obligados a introducir estas tendencias. Asimismo, al sector del comercio en general, no solo al de los supermercados, le ha llevado a cobrar las bolsas obligatoriamente en todos aquellos casos en que tengan menos de un 70% de material reciclado. Entretanto, al ciudadano de a pie nos ha llevado a que, cuando pagamos por una, luego la guardamos y la volvemos a usar, o ya no nos deshacemos de ellas como antes, como si esos céntimos que hemos pagado las convirtieran en bienes preciados.
Entre las alternativas que nos encontramos son las bolsas de papel, al estilo americano, y que sobre todo se han desarrollado de mayor forma en según qué negocios, como las librerías, o directamente el cambio del modelo de una bolsa de este tipo hacia otra de de mayor durabilidad, que algunos pequeños comercios incluyen, como también los mismos supermercados, donde venden bolsas de tela (o compuestas, en parte, por esta) para que la compra viaje cómoda a casa respetando el medio ambiente y pudiendo volver a utilizarla nuevamente en tu próxima visita al Mercadona o al super al que acostumbres a ir.