Es algo que a todos nos ha pasado en alguna ocasión: sin motivo, acabamos tarareando una canción que para nada nos gusta, que incluso está en nuestra lista negra. Si eres de esas personas, tranquilo, no eres la única ya que se prevé que el 90% de la población sufra estos bucles musicales espontáneos. La ciencia tiene una explicación para ello y también ofrece soluciones para evitarlo.
El hilo musical y nuestro cerebro
Muchos son los que piensan que esto sucede porque estamos expuestos todo el rato a música de fondo: el hilo musical del supermercado, la radio en el coche o bar, los anuncios que se repiten una y otra vez… Aunque esto es un factor importante, no lo es todo. Detrás de ese estribillo ridículo que no paramos de tatarear está un dato que seguramente se pase por alto sobre el cerebro humano: le encantan las melodías sencillas, repetitivas y predecibles.
Esos fragmentos de canciones que consiguen repetirse de forma involuntaria en la mente, ya sea durante horas o días, tienen nombre propio: eaworms, gusanos auditivos o de una forma más técnica aquellas imágenes musicales involuntarias (INMI). De acuerdo a un estudio realizado por Kelly Jakubowski, psicóloga, estas canciones suelen tener unas características concretas: tempo rápido, melodía simple y familiar, pero con algunos intervalos singulares o novedosos como repeticiones o saltos y silencios inesperados que las hacen destacar de repente.
Otros estudios dicen que las partes más pegadizas son las que se repiten machaconamente. Esta técnica se llama repetición contigua y es una característica muy reconocible en infinidad de canciones de pop: un fragmento de la música se repite de forma inmediata y sin pausa.
Así te puedes sacar de la cabeza la canción
Aunque seguramente lo hayas intentado con diferentes fórmulas, no lo has conseguido. Y es que el cerebro está muy bien entrenado para retener este tipo de canciones repetitivas y simples. Pero por suerte hay alguna estrategias respaldadas por la ciencia con las que se puede conseguir el objetivo de olvidarlas.
- Distráete con otras canciones
Para estos casos podemos aplicar el dicho de que con un clavo se saca otro clavo. Pues ponerte otra canción e incluso pensar en ella solamente. Jakubowski explica que “es casi imposible a nivel cognitivo tener dos canciones distintas en la cabeza a la vez”. Eso sí, debe ser una melodía conocida pero que no sea demasiado interesante. Una encuentra realizada por esta psicóloga determinó que God Save the King, el himno del Reino Unido, era la más efectiva por ser tan aburrida que puedes pensar en ella pero no se te va a quedar metida en la cabeza.
- Mascar chicle
Suena como broma, pero funciona según un estudio de la Universidad de Reading. Los participantes en el mismo que masticaron chicle después de escuchar canciones de pop pegadizas pensaron y oyeron en su cabeza la canción con menos frecuencia que quienes no lo hicieron. Esto se explica porque cantar algo mentalmente activa nuestros músculos vocales incluso cuando se emite sonido. Masticar chicle utiliza los mismos músculos, por lo que mantiene la mandíbula ocupada.
- Terminar de cantar la canción
Una última estrategia que se puede aplicar, si todo lo anterior no ha funcionado, es completar la canción en la cabeza. Es decir, seguir imaginando el resto, más allá del trozo que se ha quedado pegado, hasta llegar al final. Si el cerebro siente que la ha completado, tal vez deje de repetir la dichosa canción que tanto te tortura.
