La historia de nuestro país está repleta de capítulos insólitos, tantos que alguno de ellos parecen sacados de una novela. Uno de estos es el referido a una ciudad española que se autoproclamó independiente y estuvo a punto de cambia la historia del mapa político del viejo continente. Hablamos de la ciudad de Cartagena, en la Región de Murcia.
En el verano de 1873, en pleno caos republicano, la ciudad de Cartagena proclamó su independencia y se separó del Estado español, llegando incluso a solicitar la anexión a, nada más y nada menos, que los Estados Unidos. Lo que parecía un gesto de carácter simbólico acabó siendo una revolución de 185 días que desafió al poder central y dejó una huella imborrable en la historia contemporánea.
Ruptura oficial con el gobierno central
La situación política en aquel momento era muy convulsa tras la abdicación de Amadeo I. Así, España proclamaba su Primera República y los republicanos federales soñaban con un país descentralizado, dividido en regiones soberanas. Pero la realidad fue otra, pues las reformas no llegaba, la inestabilidad crecía y el descontento no paraba.
Así, con este panorama, el 12 de julio de 1873, Cartagena alzó la bandera roja en el castillo de San Julián y proclamó su independencia de España. No era una declaración sin más, pues la ciudad, con su ejército y su flota, rompía su relación de manera oficial con el gobierno central.
De esta manera nació el Cantón de Cartagena, una experiencia revolucionaria que apostaba por un modelo social y político adelantado a su tiempo.
Reformas radicales y una moneda propia
La nueva república cantonal no tardó en aplicar cambios importantes, entre los que estaban:
- Prohibición de la enseñanza religiosa.
- Reconocer el divorcio y el derecho al trabajo.
- Abolir la pena de muerte.
- Establecer la jornada laboral de ocho horas.
- Desarrollar un sistema educativo alternativo.
Uno de los gestos más simbólicos de soberanía fue la emisión de una moneda propia, conocida como el duro cantonal. Estaba acuñada con plata local o fundida a partir de objetos requisados. Algunas monedas llevaban grabados como Cartagena sitiada por los centralistas, septiembre de 1873.
La ciudad quiso ser estadounidense
En la ciudad portuaria eran conscientes de que su supervivencia dependía de apoyos externos y por ello sus gobernantes pidieron a Estados Unidos su anexión como territorio norteamericano. La propuesta fue enviada de forma oficial, pero nunca hubo respuesta. Desde Estados Unidos se impuso el silencio.
Desde el gobierno central se reaccionó con dureza y el general Francisco Serrano lideró el asedio. La ciudad de Cartagena fue bombardeada sin descanso y aunque la respuesta popular fue heroica, el aislamiento acabó por pasar factura.
Rendición y consecuencias
El 12 de enero de 1874, Cartagena se rindió. Después de 185 días de independencia, seis meses de autogobierno, reformas y enfrentamientos armados el resultado fue devastador: miles de muertos, cientos de edificios destruidos y una ciudad al borde del colapso. Sólo 27 inmuebles quedaron en pie.
Se puso fin a la aventura del Cantón de Cartagena, la única revolución cantonal que logró sobrevivir más de unos días. Un episodio que dejó una legado de valentía, pero también de ruina y silencio.
El Cantón de Cartagena fue considerado como algo más que una revuelta local, fue una declaración de principios, una apuesta por una España diferente, más justa y centralizada. Era un experimento político adelantado a su tiempo que pagó un precio muy alto en cuanto a consecuencias.
Estamos ante una joya de la historia de nuestro país, una lección de lo que puede pasar cuando el deseo de cambio choca con la realidad del poder. Cartagena no llegó a ser un estado más de los Estados Unidos, pero sí se convirtió en un símbolo de un sueño que creyó que otro país era posible.
