La sociedad evoluciona y lo que hace unos años parecía imposible, ahora lo vemos como algo que está a la orden del día. Da igual el ámbito, los cambios son constantes. Una prueba de ello es el ‘gray divorce’, divorcio gris. Es aquel que se da en las parejas mayores de 50 años y que en países como Estados Unidos ha tenido un crecimiento notable en las últimas décadas, tanto que es una realidad en muchas de las familias norteamericanas. Y ya sabes lo que ocurre cuando allí algo se convierte en tendencia, que tarda muy poco en expandirse al resto del planeta.
De acuerdo con los datos del Pew Research Center, la tasas de divorcio en el rango de mayores de 50 años se ha duplicado desde 1990. Va más allá en los que superan los 65 años, en los que se ha multiplicado. Como en todo, hay diferentes formas de pensar en los momentos clave de la vida, quienes creen que no cambiará nada por muchos giros que den en su día a día y los que pretenden vivir de manera diferente lo que les quede por delante.
En Francia también está de moda el ‘divorcio gris’
No hay que mirar a Estados Unidos, cerca de España tenemos un ejemplo claro del cambio que se está produciendo en la sociedad a determinadas edades y respecto al estado civil de las personas. Según los datos que aporta el Instituto Nacional de Estudios Demográficos de Francia, en los últimos 30 años el número de divorcios que se han producido en personas mayores de 50 años ha sido más del doble, pasando del 14% en 1996 hasta el 33,5% que alcanzó en 2016. El crecimiento de los divorcios destacó especialmente en las personas que superaban los 60 años, que estuvieron entre el 3,5% y el 10% del total de las separaciones, tres veces más que en los años 90.
Serge Guérin, un experto sociólogo en personas mayores, considera que estas parejas “ya no se proyectan hacia el futuro como hacían sus padres y abuelos, ahora pretenden invertir plenamente en esta última parte de su vida, desarrollar la imaginación asociada a su edad y permitirse cambios de perspectiva”. Esa búsqueda e algo más en el último tramo de su vida, cuando no hay hijos que cuidar, cuando se convive únicamente con la pareja y en la que el amor se ha podido acabar y tampoco hay actividad laboral, es una decisión que inician en su mayoría las mujeres. En números, un 70% de estos divorcios se producen porque las mujeres han dado el paso adelante y uno de los motivos que les permite hacerlo es su mayor independencia económica respecto al pasado.
Han sido muchos los casos analizados y no es el principal motivo de los divorcios el encontrar otra pareja. Lo que se pretende es una nueva forma de vivir, disfrutar con otras cosas y no tener que depender de nadie, como se suele decir, que nadie ‘corte las alas’ o no pueda ‘seguir su ritmo’. En definitiva, no depender de otra persona para hacer lo que realmente apetece y en el momento que le quiere llevarlo a cabo. Simplemente, no tener una atadura.
Analizando las estadísticas, se ve que los baby boomers, aquellos nacidos entre 1946 y 1964, son los más propensos al divorcio y factores como el síndrome del nido vacío, el cambio de prioridades, los problemas financieros y la reducción del estigma en torno al divorcio también influyen en la decisión. Este giro en el modelo de vida familiar está repercutiendo de manera negativa más a los hijos, ya mayores, de la pareja que a los que han dejado de ser matrimonio. Suelen aparecer los problemas de herencias, los bienes actuales de la pareja, la relación con los nietos, etcétera. Algo que para la pareja no supone ningún inconveniente si tienen la decisión clara.
