El buen funcionamiento del coche depende de muchos factores, entre los que la calidad y la limpieza del combustible tienen un protagonismo especial. A pesar de los avances tecnológicos, una práctica tan extendida como circular con el depósito a niveles mínimos supone una amenaza para la integridad mecánica del vehículo.
Esta decisión, que se toma con el único objetivo de retrasar la visita a la gasolinera, ignora un proceso natural de sedimentación que ocurre dentro del tanque de combustible. Según Daniel Fernández, experto en mecánica, no sólo daña el motor con su correspondiente gasto en la reparación, también hay que añadir que si el vehículo queda inmovilizado en la vía por falta de carburante e interfiere en el tráfico, el conductor puede ser sancionado con hasta 3.000 euros.
Lo que le ocurre al motor
Fernández asegura que esta práctica, que en apariencia es inofensiva, fuerza al motor a operar con los sedimentos y residuos que se acumulan en el fondo del tanque. Los mismos son succionados por la bomba de combustible, lo que puede provocar la obstrucción del filtro, daños en los inyectores y un desgaste de componentes críticos del motor del coche.
En su canal de TikTok, Fernández da la siguiente explicación: “Cuando echamos combustible, hay unos residuos o suciedad que normalmente se van al fondo del depósito”. Este proceso es natural y ocurre en todos los vehículos, pero el problema surge cuando el nivel de gasolina es bajo puesto que “cuanto menor es el volumen de gasolina disponible, mayor es la probabilidad de que estos residuos se acumulen en la parte baja del tanque” y sean puestos en circulación.
Así, la bomba de combustible, que es la encargada de succionar el carburante para alimentar el motor del coche, se convierte en el primer elemento que puede ser dañado por esta práctica. El experto da un ejemplo que se entienda mejor: “Imaginad que la bomba es el corazón del coche. Si succiona poca gasolina, también toma los residuos que se quedan en el fondo”. En lugar de aspirar el combustible limpio, la bomba comienza a trabajar en una mezcla cargada de impurezas, afectando al motor del coche.
Las consecuencias de esta práctica
El recorrido de los sedimentos succionados por la bomba es el siguiente eslabón en esta cadena de deterioro. En primer lugar, las impurezas pasan por el filtro de gasolina. Este componente tiene la función de actuar como barrera para evitar que los residuos llegue al resto del sistema. Sin embargo, cuando la cantidad de sedimentos es constante y abundante, el filtro puede saturarse y obstruirse con rapidez. Un filtro obstruido es sinónimo de una disminución del flujo de combustible hacia el motor.
Si el filtro de gasolina falla por completo o está dañado, o si el vehículo carece del mismo, las consecuencias son todavía más graves para el motor ya que los residuos y sedimentos alcanzan componentes de alta precisión y costosa reparación, como son los inyectores y la propia bomba de combustible.
Otro de los problemas que se puede generar es la falta de lubricación y refrigeración para la bomba de combustible. Es el propio combustible el que actúa como refrigerante del componente y cuando su nivel es bajo empieza a funcionar en seco, sobrecalentándose y sufriendo un desgaste serio.
La sanción económica
Más allá de los daños relacionados con la mecánica, el circular con el depósito en reserva conlleva importantes riesgos de seguridad y sanciones económicas. Quedarse sin combustible en la vía pública puede derivar en una infracción legal si el vehículo queda inmovilizado e interfiere en el tráfico o se detiene en una vía rápida. Esto puede acarrear una sanción por conducción negligente según la DGT y la multa puede oscilar entre los 200 y los 3.000 euros.