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«Mira, papá, bueyes»: así fue el increíble hallazgo de un tesoro por parte de una niña que hoy es Patrimonio de la Humanidad

por Antonio R.
4 de junio de 2025
en Sociedad
Un tesoro por parte de una niña que hoy es Patrimonio de la Humanidad

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Las buenas noticias llegan cuando uno menos se lo espera. Y con los descubrimientos parece que pasa lo mismo. Y es que la casualidad fue lo que hizo posible el descubrimiento de la cueva de Altamira un cálido día de verano de 1879, cuando un aficionado a la paleontología, Marcelino Sanz de Sautuola, acompañado de su hija María de ocho años, se toparon con un hallazgo histórico.

El descubrimiento de la cueva de Altamira fue totalmente fortuito. Padre e hija estaban en una escarpada ladera cerca de Santillana del Mar, Cantabria, cuando se adentraron en una cueva del lugar que parecía poco explorada. Mientras que Marcelino inspeccionaba de manera metódica el espacio cercano a la entrada, la curiosidad de María la llevó a seguir hacia adelante y adentrarse en la oscuridad. De repente, la pequeña vio algo extraordinario: unas pinturas realistas de unos animales que decoraban la bóveda de la cueva. Se fue corriendo hacia donde estaba su padre y le dijo asombrada: “¡Mira, papá, bueyes!”.

María, al mirar hacia arriba, había visto formas danzando en el techo con colores terrosos. Era una manada de bisontes pintados. Su grito de emoción alertó a su padre acerca de la presencia de un arte que por aquel entonces no creían que fuera realmente prehistórico.

Se trató de un descubrimiento totalmente fortuito que acabó con uno de los mayores hallazgos arqueológicos de todos los tiempos: los bisontes pintados en la cueva representaban el primer hallazgo de arte rupestre del Paleolítico superior en todo el mundo. Era un descubrimiento singular y no sólo por la forma de toparse con este gran tesoro prehistórico, sino porque las pinturas se encontraban en un magnífico estado conservación, incluidos sus pigmentos, y mostraban escenas de una calidad inigualable.

El Patrimonio de la Humanidad que había estado escondido durante siglos

Antes de aquel día de verano, la entrada a Altamira había estado sellada como consecuencia de un desprendimiento de rocas durante casi 13.000 años, pero en el pasado había servido de hogar a múltiples comunidades paleolíticas a lo largo de varios milenios. Fue un gran golpe de suerte que Sanz de Sautuola hubiese llevado a su hija María.

Allí habían dejado impregnado su arte en forma de bisontes, caballos y símbolos abstractos adornando los contornos rocosos y mostrando complejas técnicas de sombreado y perspectiva que, de acuerdo a las opiniones de los expertos, podrían tener entre 15.000 y 35.000 años de antigüedad.

Hubo momentos de incertidumbre

En menos de un año, Sanz de Sautuola documentó sus hallazgos en una publicación afirmando que los humanos del Paleolítico fueron los responsables de estas obras maestras. Pero no le creyeron, tanto que fue tachado de mentiroso y de querer engañar a la comunidad científica. Incluso decían que había falsificado los datos de su estudio. Y es que, desafortunadamente, en pleno siglo XIX, la mayor parte de los científicos descartó esta interpretación asegurando que este tipo de arte era demasiado avanzado como para que lo hubieran llevado a cabo los pueblos prehistóricos.

Tuvo que pasar mucho tiempo hasta que los expertos reconociesen que, en la cueva de Altamira, lo que había era un arte prehistórico real. Por desgracia, en el momento del reconocimiento, Marcelino ya había fallecido, ya que murió en 1888. Más tarde vendría la confirmación de sus hallazgos y varios científicos se disculparon por ese error que cometieron tiempo atrás.

Hasta el arqueólogo francés Émile Cartailhac, quien inicialmente había menospreciado las pinturas rupestres, publicó una retractación titulada Mea Culpa d’un sceptique, reconociendo públicamente la veracidad de la antigüedad de Altamira, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985 y alzándose como la cumbre del arte paleolítico.

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