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Muchas personas están ingresando en prisión de forma voluntaria en Japón

Algunos piensan que la vida es más estable entre rejas.

por Antonio R.
26 de enero de 2025
en Sociedad
Muchas personas están ingresando en prisión en este país de forma voluntaria.

Muchas personas están ingresando en prisión en este país de forma voluntaria.

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En Japón están haciendo frente a un fenómeno social inesperado y que es muy difícil de entender por mucho que te lo expliquen. En este país, que destaca por su longevidad y los bajos índices de natalidad, cada vez hay más personas mayores que deciden cometer delitos menores pero suficientes para tener como castigo el entrar en prisión. No es por su afán delictivo, ni mucho menos. Se pone de manifiesto con estos comportamientos un problema profundo en el país, que no es otro como el aislamiento social, la pobreza y un sistema de bienestar que para muchos resulta insuficiente.

En los centros penitenciarios de Japón la población carcelaria es un reflejo del envejecimiento de la sociedad en general. En el interior de la cárcel de mujeres de Tochigi, que es la más grande del país, se pueden encontrar mujeres de avanzada edad que reciben ayuda para comer, caminar y tomar sus medicamentos. Para muchas de ellas, este entorno significa, por muy complicado que resulte de entender, una última esperanza de estabilidad respecto al mundo exterior, en el que cuál no la encontraban.

Una día a día mucho más estable

Hay muchos ejemplos y uno de ellos es el de Akiyo, una mujer de 81 años, que está cumpliendo condena por hurto de alimentos. Para ella la cárcel no es un castigo, todo lo contrario. Lo ve como un lugar para refugiarse: “Quizá esta vida sea la más estable para mí”, afirma. Entre rejas recibe tres comidas, atención médica gratuita y compañía, algo que no siempre se pudo permitir fuera de la cárcel.

Como dijimos, son muchos los ejemplos. La historia de Akiyo no es única y más del 80% de las mujeres mayores de Japón habían cometido robos menores, gran parte de ellas por necesidad. Y es que un 20% de los mayores de 65 años en el país asiático vive en la pobreza. Para los que logran sobrevivir con pensiones escasas, por ejemplo Akiyo, el robo es una salida desesperada: “Tomé una mala decisión pensando que sería algo menor”, dijo.

El problema trasciende del tema económico, pues muchas de las mujeres se enfrentan al rechazo de sus familias y el aislamiento social, lo que les lleva a perder la esperanza y buscar dentro de las cárceles el apoyo emocional y los cuidados que les faltan fuera: “Hay personas que viene aquí porque tienen frío o hambre”, reconocen desde la cárcel de Tochigi.

Pagar por entrar a la cárcel

Los cambios en las prisiones japonesas son evidentes. La población carcelaria de adultos mayores se ha cuadruplicado en dos décadas y por ello el sistema se ha adaptado para ofrecer servicios de cuidado a largo plazo. Aunque parezca algo irreal, los guardias cambian pañales, ayudan a los internos a bañarse y supervisan sus medicamentos, algo por lo que muchos consideran que algunas prisiones se consideran “más como un hogar de ancianos que como una cárcel”.

Las soluciones no lo son tanto

El gobierno nipón ha desarrollado una serie de programas para apoyar a los mayores en prisión y facilitar su reintegración en centros comunitarios y también dar ayudas para la vivienda. Pero son medidas cuya eficacia no es total, porque la mayoría no cuentan con una persona que les cuide al salir y por ello “terminan regresando”.

Así, para personas como Akiyo la prisión es una alternativa a la soledad y a la inseguridad. Aunque cumplió su condena en octubre, la idea de volver al exterior le produce temor porque “estar sola es muy difícil”. Su caso es un recordatorio de los desafíos a los que se enfrenta Japón al intentar cuidar de su creciente población, cada vez más envejecida y marginada.

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