La educación de los más pequeños es un proceso que cada vez requiere de un ritmo más intenso, sobre todo en un mundo que cada vez más se rige por conseguir logros con independencia de la edad. Pero no todos tiene la misma idea a la hora de educar a sus hijos. Aun así, son muchos los que se centran en las notas académicas y extracurriculares, dejando a un lado otras habilidades como por ejemplo la inteligencia emocional.
La inteligencia emocional no es simplemente una ayuda para que los pequeños destaquen a nivel social, les ayuda también a convertirse en adultos resistentes, empáticos y exitosos capaces de afrontar desafíos, desarrollar relaciones significativas y llevar una vida satisfactoria.
¿Qué es lo que hacen estos padres respecto a otros?
Según un estudio realizado por Reem Rounda, experta en este ámbito destaca los siguientes puntos:
- Entendieron el poder del silencio
Los padres le dieron a su hijo el espacio necesario para procesar sus sentimientos y confiar en su voz interior. Cuando su hijo estaba molesto, se sentaban tranquilamente a su lado, ofreciendo consuelo sin palabras. Abrazar el silencio puede ayudar a los niños a navegar mejor y reflexionar sobre sus emociones.
- Hablaron sobre las emociones
Al compartir verbalmente sentimientos, como «estoy frustrado» o «soy feliz» enseñaron a sus hijos la conciencia emocional y les dieron palabras para expresarse. Esto ayudó a sus hijos a ver las emociones como normales y las compartieron abiertamente en lugar de suprimirlas.
- Le pidieron disculpas
Demostraron a su hijo que los errores son parte de la vida y asumir la responsabilidad es una fortaleza. Disculpándose a través de la confianza se mostró respeto, haciendo que su hijo se sintiera valorado. También modeló la empatía y les enseñó a reparar las relaciones.
- No forzaron ‘por favor’, ‘gracias’ o ‘lo siento’
Esto puede sonar poco convencional, pero sabían que la bondad y el respeto no pueden ser forzados. En cambio, modelaron estos comportamientos, confiando en que su hijo aprendiera con el ejemplo. Si su hijo se olvidó de decir gracias, el padre lo dijo por ellos, confiado en que la lección se quedaría con el tiempo.
Según Rounda, esto requiere mucha valentía ya que ella “nunca” le dijo a su hijo de seis años que dijera “por favor o gracias”. Ahora lo dice todo el tiempo por su cuenta porque me oye decirlo.
- No descartaron pequeñas preocupaciones
Se tomaron en serio las preocupaciones de su hijo, ya fuera un juguete perdido o problemas con un amigo. Al validar sus sentimientos, mostraron a su hijo que las emociones importan. Esto fomentó la autoestima, la seguridad emocional y el respeto por sus experiencias.
- No siempre ofrecieron soluciones
La mejor manera de enseñar la toma de decisiones es animar a los niños a tomarlas por sí mismo. En lugar de arreglar los problemas, preguntaron: «Qué crees que deberíamos hacer?». Esto ayudó a impulsar el pensamiento crítico, la confianza y la independencia.
- Abrazaron el aburrimiento
Dejan que su hijo se aburra, lo que les ayudó a sentirse cómodos con la quietud. Esto construyó la creatividad, la autorregulación y las habilidades para resolver problemas. Su hijo aprendió a disfrutar de su propia compañía y encontrar alegría en momentos sencillos, como mirar por la ventana del coche en lugar de necesitar una pantalla.
Cómo nutrir la inteligencia emocional de su hijo
- Modelando los comportamientos que quiera ver: expresa tus emociones abiertamente, pide disculpas cuando cometas errores y muestre amabilidad y empatía en tus interacciones.
- Valide los sentimientos de su hijo, no importa lo pequeño que pueda parecer, y darles el espacio para procesar esas emociones sin apresurarse a arreglarlos o despedirlos.
- Hay que fomentar la resolución de problemas haciendo preguntas abiertas en lugar de proporcionar todas las respuestas.
- Que experimenten momentos de quietud o aburrimiento para construir creatividad y autorregulación.
Lo más importante es que concéntrese en construir una relación arraigada en el respeto y la confianza, porque la inteligencia emocional comienza por sentirse una persona segura, valorada y comprendida.
