Son muchos los estudios relacionados con la relación entre la oración y el bienestar psicológico, siendo una de las conclusiones que el hecho de rezar o meditar influyen en la salud mental de las personas y que su efecto puede estar determinado por el tipo de apego que se desarrolla hacia lo divino. Así, muchos creen que la oración puede ser un recurso para afrontar el estrés. De acuerdo a Oración, apego a Dios y síntomas relacionadas con la ansiedad entre adultos estadounidenses, el bienestar psicológico de quienes rezan está relacionado de forma muy directa con lo divino. Un vínculo que se explica a través del concepto del apego, que hace referencia a la conexión emocional que los seres humanos desarrollan con otras personas y con lo espiritual.
El apego, la oración y el bienestar emocional
Aquellas personas que establecen un apego con Dios creen que él es una fuente constante de amor y apoyo. Consideran que la oración representa una vía para fortalecer una conexión significativa con lo divino y confiar en su presencia en los momentos de dificultad. Esto es lo que genera una sensación de protección y estabilidad emocional, lo que se traduce en bienestar mental. Es lo que refleja la Teoría del apego de John Bowlby, que reafirma esta idea al indicar que quienes experimentan relaciones seguras y afectuosas en la infancia tienden a replicar este tipo de vínculos en su relación con Dios.
Pero hay quién desarrolla un apego evitativo o inseguro con lo divino, no confían plenamente en el apoyo de Dios en los momentos difíciles. Para estas personas las oración puede resultar frustrante y esto puede generar sentimientos de rechazo y desamparo. Lejos de aliviar el estrés, puede aumentar los síntomas de ansiedad y malestar emocional.
Las emociones y el cerebro humano
De acuerdo a una perspectiva neurocientífica, el impacto de la oración en la actividad propia del cerebro también ha sido estudiado. Así, Andrew Newberg, profesor y director de investigación del Instituto Marcus de Salud Integral de la Universidad y Hospital Thomas Jefferson, analizó cómo las prácticas espirituales afectan al cerebro de las personas, midiendo el flujo sanguíneo en el cerebro para identificar las regiones que eran más activas durante la oración y la meditación.
Los resultados de los estudios realizados mostraron que la meditación budista tibetana reduce la actividad en el lóbulo parietal, una región del cerebro responsable de la orientación en el espacio y el tiempo. Esta disminución apunta a estar relacionada con la sensación de trascendencia que describen muchos practicantes. Además, se vio un aumento en la actividad de la región frontal del cerebro, relacionada a la atención y concentración, lo que refuerza la idea de que estas prácticas requieren de un alto nivel de enfoque.
También se vio la relación con las monjas franciscanas que practican la oración, revelando los estudios un incremento en los lóbulos frontales y una mayor activación en el parietal inferior, zona relacionada con el procesamiento del lenguaje. Esto apunta a que la oración basada en el lenguaje activa regiones diferentes a las de meditación visual. Ambas prácticas, eso sí, comparten un mismo efecto: disminuye la actividad en las áreas cerebrales encargadas de la orientación en el espacio y el tiempo, lo que puede hacer entender la conexión con algo superior, tal y como experimentan muchas personas.
Los resultados de estas investigaciones aportan un punto de vista científico de cómo la oración y la meditación influyen en la mente humana. Así, mientras que el apego seguro con Dios puede potenciar el bienestar psicológico, la oración también puede convertirse en una experiencia frustrante para quienes no logran establecer una relación de confianza con lo divino.