En un mundo lleno de curiosidades, los nombres no están exentos de suscitarlas. Pasa con los de las personas, pero también con los de lugares. Entre todos los topónimos que hay en la geografía española, hay varios que se pueden pronunciar en un suspiro, como monosílabos que son, fruto de una tradición popular o de costumbres como las que llevaron a la mínima expresión el nombre de localidades como Vic, en Barcelona, Foz, en Lugo, o Cee, en A Coruña.
Sin embargo, frente a sus tres letras, hay un pueblo que lo tiene todavía más corto. Situación en el País Vasco, cerquita de Bilbao, en una zona costera, Ea, que es así como se llama, igual que la interjección, ostenta el récord nacional por delante de los municipios anteriores por la brevedad de su nombre. No obstante, no es esto lo único que llama la atención de la pequeña localidad vasca, sino que también lo hace su idiosincrasia; tanto su historia, como su particular trazado urbano, que atraviesa la ría, mezclándose con una arquitectura bella que a muchos les evoca a Venecia y a sus canales.
Un pueblo con un encanto singular
Los restos arqueológicos hallados en los alrededores de Ea indican que hubo asentamientos humanos en la zona en el siglo I, aunque el desarrollo poblacional ha sido bastante posterior. Así, No sería hasta el siglo XVI cuando la actividad pesquera entraría en un auge que permitiría un asentamiento permanente a los dos lados de la ría. Previamente, lo que hoy es Ea estuvo dividido en Bedarona y Natxitua, dos pequeñas comunidades sobre las que hubo disputas nobiliarias durante la Edad Media. De aquellas batallas entre oñacinos y gamboínos viene el hecho de que cuenta la localidad con unas torres defensivas, que se construyeron a partir de 1492.
El singular encanto que tiene el pueblo guarda una estrecha relación con la tradición y la cultura marinera, si bien lo fomenta también, el cuidado entorno rural y natural. De todo ello ha sido partícipe una ría que divide cruzan cuatro puentes, que aportan riqueza ornamental al pueblo. El más importante de ellos, o el más reconocido, fue bautizado popularmente como el puente romano, por mor de su arco y su empedrado, que recuerdan a aquellos tiempos, aunque realmente no provenga de la antigua Roma, sino que sea posterior su construcción.
Lo que llama la atención
Si la ría sirve como trazo bello que llama la atención a los visitantes, numerosos a lo largo del año, una vez estos arriban al pueblo se sorprenden del patrimonio material con el que Ea cuenta; fundamentalmente, con los numerosos edificios religiosos que tiene para lo pequeño que es el pueblo, puesto que cuenta con tres ermitas y cuatro iglesias. En su casco histórico, de estilo barroco pero con raíces renacentistas, se alza la iglesia de San Juan Bautista, mientras que en los viejos núcleos de Bedarona y Natxitua están la parroquia de San Pedro y la Iglesia de Santa María de la Consolación.
El Belletxe, emblema pesquero
Dejando a un lado este patrimonio sacro, uno de los edificios más emblemáticos de Ea es el llamado El Belletxe, una caseta de madera que se encuentra junto a la desembocadura de la ría, y que durante años y años era el lugar que daba cobijo a las redes, cuerdas y demás herramientas que los pescadores utilizaban para en su día a día en la mar. Rehabilitado con el paso del tiempo, El Belletxe funciona hoy como un centro social al que los vecinos acuden a realizar diferentes actividades, además de estar tan arraigado en el municipio como símbolo que aparece tanto en el escudo como en la bandera del pueblo.
Esta tradición pesquera se respira también al pasear por el muelle, así como por la desembocadura de la ría en una playa que ofrece una interesante vida social durante los meses de verano, en los que los baños centran la actividad de los lugareños, mientras los turistas conocen la joya. Así, Ea puede que sea conocido por tener un nombre breve, de apenas dos letras, pero es, sin duda, mucho más que eso: es un lugar en que detenerse, quizás un gran desconocido, pero que podría llamarse la pequeña Venecia de España.