A la hora de educar a los hijos, el objetivo es hacerlo de la mejor manera. Hay unos valores y códigos que son básicos, que los padres han vivido y quieren transmitir, pero luego también se pueden apoyar en otro tipo de fuentes para complementar la educación de los más pequeños. Y respecto a la misma, hay infinidad de opciones como, por ejemplo, La regla de las 3 C.
Ponemos un ejemplo para empezar: una madre regaña e incluso castiga cuando descubre que su hijo ha dicho una mentira, pero no se acuerda que en alguna situación ha obligado a su hijo a mentir para poder entrar a un establecimiento sin pagar por no alcanzar una edad o que diga que la madre no está sin la llama determinada persona por teléfono.
Ante estas situaciones, los más pequeños pueden hacerse un lío sobre si la mentira, si es mala o es buena. Y eso ocurre porque su madre, en los ejemplos vistos anteriormente, no les ha demostrado congruencia con sus palabras.
Las tres ‘C’
El caso anterior demuestra la existencia de una regla básica, que en este caso no se usa, que ayuda a los padres a formar buenos hábitos en sus hijos, que es La regla de las 3 C, que significan: congruencia, constancia y consecuencias. Los padres que siguen esta regla tienen la total garantía de que habrá buenos resultados. Pero deben saber que esta regla les compromete también a ellos. No simplemente se aplica a otros.
Los resultados
Cuando esta regla no se pone en marcha en un hogar, lo que se genera es un ambiente de tensiones, desorden, gritos, regaños, caras largas y malestar general. Por tanto, es el momento de pensar en estrategias que nos ayuden a evitar situaciones de conflicto entre padres e hijos.
¿Cómo podemos hacer los padres para inculcar la responsabilidad en nuestros hijos? Pues todo se inicia cuando el niño es pequeño y puede empezar a recoger sus juguetes. Los niños son serviciales y les gusta ayudar en diferentes tareas. No hay que esperar a la adolescencia para pedirles que hagan una cosa u otra, sería demasiado tarde.
Congruencia, la primera C
Si queremos que nuestros hijos sean ordenados, amigables y sinceros, los padres debemos ser los primeros en ser así. Hay una frase incongruente: “Haz lo que digo, pero no lo que hago”. Además de incongruente es inoperante, porque lo que se imita es el ejemplo antes que las palabras. Por ello, si se trata a los hijos con educación y respeto, ellos harán lo mismo con los demás.
Constancia, la segunda C
Hablamos de la constancia como la base para adquirir hábitos: terminar la tarea que se empezó, poner en orden los juguetes, ver la televisión sólo en el horario permitido y otro tipo de cosas. La repetición constantes de las reglas establecidas nos llevará a las metas que se quieren alcanzar. Es aquí donde el cansancio, lo estados de ánimo, la impaciencia y la comodidad son serios obstáculos para no ser constantes con lo que exigimos a nuestros hijos.
Consecuencia, la tercera C
Cada acción, sea buena o mala, tiene su consecuencia. Es decir cada causa tiene su efecto. Si esto queda claro en la cabeza de los pequeños, se evitarán problemas en el futuro. Así, ellos deben saber que sus actos tienen consecuencias.
Las consecuencias actúan por sí solas, marcarán el autocastigo del niño, que en la próxima ocasión en la que tenga que hacer algo, lo hará para no provocar el malestar en los padres.
