El Rayo Vallecano sólo conoce un bulevar y no es el de los Sueños Rotos. En un partido que mutó de insípido a taquicárdico, a punto estuvo de ser víctima de un error grotesco en salida de balón. La Franja tuvo un par de ocasiones y tras perdonarlas, regaló el gol en un error de Fran García -cuya temporada ya merece, como poco, una sesión de Rayos X-. La noche transitó por la cuerda floja, ganó en emoción con el ímpetu de Camello y se disparó en frenesí con un penalti en el descuento. Giménez metió la zarpa y Falcao, el zarpazo. Y así se evitó el hundimiento de un Santa Inés comandado por un pirata cojo que, por momentos, tropezó por sus propias escaleras. El Tigre volvió a rugir. Y de qué manera.
Porque lo cierto es que hubo entre poco y muy poco en el primer capítulo. El Rayo salió con el pecho hinchado y ganas de dar guerra, pero se fue disipando con el paso de los minutos. Grbic, que firmó la anécdota de la noche con un balonazo a la spider-cam, sólo vivió un susto en todo el episodio inaugural; pero el caso de Dimitrievski fue prácticamente un calco. Con las fuerzas igualadas y la sensación de que el guion pedía un desenlace en el 80′, Fran García cometió el que opositó -y acabó quedándose sin plaza- a gran error de la noche. Perdió el balón en salida, se lo robó Griezmann y este, en un abrir y cerrar de ojos, dejó a Morata solo dentro del área. Un regalo en forma de harakiri.
Y todo se puso cuesta arriba. El Atleti, que se encontraba notablemente cómodo en la fortaleza de su perpetuo 4-4-2 y bailaba al son de Grizi, príncipe de las nuevas esperanzas, tuvo que continuar sin Lemar por lesión (entró Carrasco); y por el Rayo, Iraola introdujo a Comesaña y Camello (ovacionado) para acabar con un novedoso 4-4-2 que también dio resultado. Dos clarísimas anunciaron que el final del partido no sería tranquilo. Primero la tuvo Pathé Ciss con un cabezazo casi a bocajarro que se marchó por poco y minutos después, un zurdazo raso de Camello salió lamiendo el poste. Dicho y hecho.
El Rayo desató una avalancha y se volvió tirano… ante un Atleti títere con De Paul en el medio. Hasta el Cholo se dio cuenta del desastre y lo acabó quitando. De repente, la película se había vuelto completamente otra. Zas, zas y zas. No cesaban los ataques de los vallecanos, que a cada intento fallado, en vez de desmoralizarse, creían más. Fue como si hubiesen desarrollado un instinto para oler la sangre y ahí, apestaba a raudales. Era terreno para un Tigre. Y eso que Falcao pudo rugir algo antes, pero yerró un mano a mano. La salvación rojiblanca estuvo en la zurda de Griezmann, cuya sentencia fue anulada por fuera de juego (milimétrico).
Con el Atleti algo recompuesto y el Rayo a corazón abierto (Nteka-Falcao-Camello, juntos), muchos desde el Ensanche hasta el Puente perdieron la fe. No creyeron en que llegaría el milagro que llegó en el 89′. Centro al corazón del área desde la derecha, cabezazo de Nteka y mano de Giménez. El uruguayo se hizo grande y el cuero le golpeó claramente. No señaló nada, inicialmente, Iglesias Villanueva, pero quedó perplejo ante las protestas de los rayistas. Tanta locura tenía que tener algún argumento de peso detrás. Efectivamente: el VAR le llamó a verla. Y pitó penalti.
La responsabilidad recayó en los hombros de Falcao. El hombre que marcó 70 goles en 91 partidos con el Atlético de Madrid, de repente presentó candidatura a su verdugo. Just Business. Con Grbic bajo palos, el Tigre pensó que lo último que iba a hacer el portero, ante ese contexto, era marcarse una estatua. Y disparó alto y al medio. Gol. No lo celebró, pero sí lo hizo su gente. Empató la Franja en la bahía del Metropolitano. Y demostró que cuando se inyecta la adrenalina, es un equipo sin miedo a nada. Sin vértigo. ¿Pastillas para no soñar? No, este Rayo es de los que gritan: ”Deme pastillas para sí soñar”.
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