En los aledaños del Coliseum de Getafe se pueden ver preciosas filas de chalés adosados cuyas fachadas son de ladrillo visto, bonitas, prácticas, que dan la perfecta imagen de un barrio familiar, coqueto y en apariencia agradable de vivir. Fue por ello que tras recorrer al trote la distancia entre mi domicilio vallecano y el feudo azulón, algo mas de doce kilómetros para un “runner” venido a menos, tuve la tentación de titular “Ladrillo visto” la crónica de un partido aún no disputado, pero que se intuía peleado y sin brillantez dados los talantes y talentos de unos y otros.
Mientras corría tuve tiempo de pensar en los caminos que llevaron a franjirrojos y getafenses hasta aquí. Pasado el Parque Lineal del Manzanares me acordé de que Luis Aragonés llevó al antiguo Geta a tercera a mediados de los cincuenta. Surcando polígonos a caballo entre Villaverde y la “capital del sur” rememoré a Peñalva goleando para que el Rayo Vallecano debutara en segunda. Casi al final del camino y con el Coliseum al fondo me enfrenté a un camino de tierra en medio de la nada y sin un mísero árbol que diera sombra. Me vino a la cabeza haber leído que Felines entrenó en Las Margaritas al Getafe que desapareció y ya en el Coliseum al Getafe que volvió a segunda. En un ” no me queda agua, pero tampoco dolor” de manual puse en mis oraciones a Sergio Pachón, deidad en los altares del Cerro de los Ángeles y con vela eterna en San Ramón Nonato, la virgen del Carmen y por supuesto Nuestra Señora del Perpetuo Socorro.
Llegué sano y salvo obviando a los Michel, Vivar Dorado y demás glorias cuyo carisma y talento se pudieron ver hasta en Europa.
No era el día.
No lo fue.
El Getafe volvió a presentarse en la cancha como lo hacía mi equipo de futbol-sala en los JDM en Palomeras, con ganas pero con los justos para jugar.
Íñigo Pérez decidió que un punto era mejor que ninguno y sacó un equipo espejo del Getafe al que añadió a Trejo, no por jugón sino por canchero.
Entre collarines cervicales provocados por los vuelos sin motor de la pelota, fajas lumbares para protegerse de los codazos y rodillazos por la zona y sudores variados transcurría el partido hasta que Nteka condujo el balón, se lo dio a Trejo y el Chocota cruzó la pelota de zurdas saliendo la pelota desviada.
El Rayo no pudo ofrecer mucho más en la primera parte con esa actitud “franciscana” de entender la vida. Quizá un chispazo de De Frutos que le comió la tostada a Alderete pero fue tapado por David Soria.
La estrella del partido en el primer acto fue el nuevo “icono pop” de La Liga. Chrisantus Uche, sabedor de encontrarse ante la ocasión de su vida no dudó en convertirse en soldado universal de Bordalás. Patrocinado por Voltaren castigó con igual fervor a pelota y rivales y no dudó en agredir a Lejeune en una acción en la que Alberola y los miembros de la Sala VOR le perdonaron la roja.
El plan sin fisuras de Iñigo fue desgastar al rival y poner en cancha a los artistas en la última media hora.
El tridente del Rock and Roll formado por Isi al bajo, Álvaro García a la guitarra y Camello a la batería saltó a la cancha pero no tuvo tiempo ni de afinar. El campo se había inclinado hacía su portería por el empuje local. Uche estuvo a punto de “consagrarse” con un remate de cabeza cercano al arco de Cárdenas y una media vuelta con malas intenciones y los acercamientos al área rayista fueron aumentando.
Entre escaramuzas y palos en las ruedas patrocinados por la sobria y contundente zaga visitante no fue necesario poner el autobús del Rayo, de Cevesa y sin personalizar delante del arco de Dani y se llegó al final del partido. Un punto para cada equipo, bostezos en los aficionados franjirrojos y lamentos de Uche apareciendo en televisores, móviles, portátiles y PCs como nuevo “icono pop” del aguerrido equipo de José Bordalás.
¿Esto es fútbol-papá?
No es fútbol. Es La Liga.