Conozco a pocas personas que hayan terminado una partida de Monopoli. El cansancio, aburrimiento o incluso la alteración de las cualidades mentales de algún participante debido a situaciones de bloqueo en el juego o al consumo en exceso de isotónicos suele acabar con el juego en punto muerto y un acuerdo entre jugadores por el que gana A o B.
Hay veces que todos quieren ganar de un modo tan desaforado que la cosa acaba mal para alguno, el que pasa la línea de la imprudencia en el momento menos indicado .
Eso pudo ocurrir en Cornellá-El Prat donde el Rayo Vallecano cayó por dos goles a uno ante el Espanyol y no se puede decir que no intentase ganar .
El Rayo llegó y vio pero no venció.
Álvaro García recibió un pase preciso de Embarba y sorprendió a Joan García anotando el gol de los centenarios. Cuatro minutos de partido y el Rayo por delante.
Por delante de Mumin pasó el balón y su espalda, descubierta, fue aprovechada por Jofre (el bueno) para poner el pase atrás. La maniobra de Carlos Romero mereció el gol. Dejó pasar pelota y zaguero y superó con facilidad a Cárdenas. Ocho minutos y vuelta a la casilla de salida.
El Rayo sin embargo invirtió mucho en la victoria.
Una casita de Unai López para De Frutos casi termina en chalet.
Lejeune intentó demoler la puerta ajena varias veces para construir goles.
Álvaro se movió con la habilidad de siempre y tuvo mil opciones para ganar la partida.
Camello fue tapado en el punto de penal.
El Monopoli puede ser un juego cruel si no aciertas donde pones el dinero.
Se vio en la segunda parte donde ambos equipos buscaban a su “De Tomás”. Los locales parecían no encontrarlo y luego miraban con sorna al banquillo visitante. Los de Iñigo lo tenían en cuerpo pero no en alma.
Así ocurrió. Tras una infructuosa búsqueda del gol por los dos equipos y los cambios pertinentes llegaron los momentos claves.
Lejeune casi hace el golazo del cojo haciendo tambalear el larguero de García.
Veliz hizo a la grada feliz a la contra, en casa y en el descuento con un golazo que devolvió a los vallecanos, una vez más, a la casilla de salida y sin cobrar nada del choque.
La cara de tonto del cuadro ¿franjiblanco? fue de las de época. Jugadores y técnico pudieron tener la misma sensación de estupor que el aficionado cada verano en las colas de Vallecas para los abonos.
La partida de Monopoli puede ser eterna con “el jugador” al mando.