Durante al menos nueve meses nos hemos preocupado, alegrado o entristecido cuando el casillero de puntos o de goles no variaba, pasando de la ilusión a la melancolía y de ésta a estar temiendo la llegada del lobo que no llegó a estar ni a la temida distancia de un partido.
Llegó la salvación, la liberación y una semana de verdadera emoción.
El martes a algunos nos mojó la lluvia con gusto. Supimos de boca de Juan Jiménez Mancha entre otras muchas cosas que en los bajos del piso donde viví unos años radicó la Vaquería Gato, a escasos cincuenta metros, ni llega, del lugar donde Prudencia Priego fue la mejor “conseguidora” que puede uno imaginar para la Agrupación Deportiva El Rayo. Fue un paseo por el barrio para pisar donde se situaron los campos de las Erillas y el Rodival (leer los artículos de Juan en Vallecasweb debería ser materia obligatoria para al menos una sesión de historia a la semana en los colegios del barrio) y disfrutar con el art déco del casco histórico del Valle del Kas.
El jueves se pudieron conocer las entrañas del lugar donde once tipos vestidos de colores indefinidos visitan a once que lucen camisola blanca cruzada por franja (o rayo rojo) y las mejores previsiones de la Plataforma ADRV se vieron desbordadas con la mayor “invasión de campo” que se recuerda desde el Tamudazo.
El viernes los escritores Maite Martín, Alejandro Castellón e Ignacio Pato nos contaron en el recinto del centenario un montón de cosas sobre sus libros sobre la Agrupación.
¡Ay el sábado!
Para los aún interesados en el resultado diremos que el más joven de los hermanos Williams dio la victoria al Athletic Club sobre el Rayo Vallecano en la despedida del campeonato y de Dimitrievski, Falcao, Pozo y a algún otro pelotero al que se le agradece el esfuerzo, la dedicación y los momentos buenos que nos regalaron sin mirar demasiado si hubo alguno malo. No sé si Bebé se irá pero no resultará difícil emocionarse recordando su gol en Sevilla, el de Radamel en San Mamés o además de las paradas el momento registrado con copyright en el que Stole caía fulminado por un Rayo mientras su equipo lideraba un marcador por exigua renta en los minutos finales.
La previa, el corteo, el tifo y el mosaico fueron muestras evidentes del cariño, del corazón, la valentía, el coraje y la nobleza del mejor grupo de animación de la liga, Bukaneros, con el apoyo del resto de la afición vallecana, de la afición athleticzale, y la emoción de cualquier persona que lo pudiese ver , cualquiera menos los haters de otros colores, de otros ideales o de otra pasta, la de simplemente querer estar a la gresca buscando el interés en la polémica inútil o desconociendo los valores que identifican al Rayo como ente y no como club y al barrio en el que radica.
Siempre pensé que ser de un equipo no te hace mejor persona pero he descubierto, satisfecho, que estaba equivocado. Un vallecano de cuna como yo que siguió durante años solo de reojo a la franja mientras sufría y sentía los mismos colores colocados con otra distribución en la camiseta ha ido entendiendo que hay colores que pueden llegar a sacar lo peor de uno en pecados capitales o del capital como la ira, (de odiar al otro) la avaricia (de quitarle lo que pueda al rival), la soberbia (de creerse mejor que los demás), la envidia (cuando a los vecinos les va mejor que a ti), la pereza (de aplaudir en el campo).
El aplauso mayoritario al arquero de la roja Unai Simón en su cambio y coronación como trofeo Zamora al portero menos goleado dejó a las claras la clase de personas que se sientan en Vallecas cada quince días. La educación, el respeto y la admiración pusieron en evidencia a quienes confundieron churras con merinas y les sentó mal que en un día festivo se celebrara el merito de un visitante. Para ser del Rayo se necesita siempre sacar lo mejor de uno, en la cancha o fuera de ella y no nos queda otra que estar orgullosos.
La temporada ha sido floja, fea y por momentos triste, pero no olvidemos que el Rayo cumple cien años y va a ser en primera división. No nos lo creemos ni nosotros.
¡Salud y rayismo, amigos!