El fútbol ha evolucionado a lo largo de los siglos, las décadas e incluso los lustros. En todos los ámbitos. Sin embargo, hay algo que no ha cambiado ni cambiará. La sospecha. Jugabas al fútbol-sala en la liga de colegios de antaño coordinada por ADEPO, pasabas a hacer un equipito para jugar con los colegas o con suerte, apoyado en tu calidad, esfuerzo o algún apadrinamiento intentabas llegar a algo en el “Fútbol once” y veías aparecer en el rival a algún sospechoso, ya fuera por edad, por talento o por tamaño. Ese tipo con apariencia de crack confirmaba las sospechas en la cancha y a ti, que contabas con esa victoria se te llevaban los demonios al verte superado en más de una ocasión.
La extraña forma de inscribir a Dani Olmo en La Liga hizo sospechar al rayismo de que la derrota ante el Barcelona, con su presencia, era aún más posible.
Olmo sin embargo, esperaba su momento como el tapado a quien nadie conoce con la seguridad de quien la va a liar.
El Rayo Vallecano cayó por 1-2 ante el FC Barcelona en un partido emocionante, muy sufrido, en el que tuvo la oportunidad de empatar y durante muchos minutos la esperanza de ganar.
Era partido de homenajes y el Rayo se acordó de Camello. Se olvidó, por supuesto de la franja y de los jugadores rivales que dieron a los combinados españoles títulos olímpicos o europeos. El Barcelona también se olvidó de su franja, pero es que “la pela es la pela”.
El equipo de Iñigo Pérez salió con un “iraolismo o muerte” de manual y durante un cuarto de hora rindió honores a aquel equipo vertiginoso que sometía rivales con intensidad, ganas y buen juego.
Esa actitud tuvo su recompensa y antes de los diez minutos de juego Unai López aprovechaba una carrera por la autopista de De Frutos y un buen pase atrás del segoviano para batir por el único sitio posible a Ter Stegen. (1-0).
La calidad azulgrana empujó a los rayistas poco a poco hacia su arco, pero Mumin y Lejeune defendían bien el área, Óscar Valentín ayudaba a todos y Pacha Espino contuvo todo lo posible a Lamine Yamal, que ya es decir.
Mientras, la afición rayista dio la espalda al juego en el minuto trece en protesta por la desaparición de la franja de la camisola del centenario. Con toda razón.
La pausa de hidratación y las indicaciones de Iñigo Pérez dieron un segundo aire al Rayo que pudo de nuevo acercarse a la meta rival. Sin estar a su mejor nivel, Álvaro García aportó picante , Isi quiso dar guerra y Camello mezclar con todos. La dupla Balliu-De Frutos dio algo de profundidad y Pacha Espino se desató en unas cuantas ocasiones.
Al Barça le faltaba algo.
Apareció tras el descanso.
“La ambición rubia” causó estragos en el rival y orden en su equipo. Mandó a un buen Raphinha al costado izquierdo, agrandó la presencia de Pedri y jugó donde y como quiso, atrayendo rivales, eliminándolos en ocasiones de modo inaudito y avisando con un pelotazo al larguero de Cárdenas que ni imaginó que el zurdazo caería tan rápido.
Dani Olmo estaba en cancha y el Rayo no podía salir de su campo. Cansados sus jugadores y exigidos por los de Flick, los de Iñigo Pérez solo alcanzaban a sacar el balón de su área sin posibilidad de manejar la pelota.
La primera vez que los locales lograron combinar tuvo un resultado nefasto. Camello perdió el balón ante Pedri y el desmarque de Raphinha obligó a Lejeune a salir de su zona para cubrir la espalda de Balliu. A ese espacio en el punto de penalti no pudieron llegar ni Valentín ni Ciss, que ya estaba en cancha y sí Pedri que de zurdas establecía el empate. (1-1).
La falta de gasolina y algunas molestias provocaron los cambios rayistas, que mostraron, como el año anterior, un fondo de armario algo corto. Los Gumbau, Nteka y Chavarría no consiguieron equilibrar la balanza y Embarba, cumplidor en su regreso, poco pudo hacer más que alguna falta táctica y algún disparo sin peligro.
Antes de aquello, Lewandovski, desafortunado en el partido ,pudo adelantar a los suyos pero su gol fue anulado por una falta previa de Koundé, que remató un flojo partido pisando a Chavarría y causando la revisión del VAR.
De nuevo la pausa de hidratación pareció salvar al Rayo de la quema. Nada más lejos de la realidad.
Embarba cruzó una pelota de zurdas sin demasiada fe a las manos de Ter Stegen y alguien debió pulsar el ON de Lamine Yamal que provocó una cascada de saques de esquina y faltas . En la última de ellas el Rayo alejó el balón como pudo, pleno de valentía y coraje y nobleza. Pacha Espino, forzado, despejó el balón devolviendo al centro del campo donde Balde se lo regaló a Lamine, Yamal atrajo rivales hasta llenar al fondo y puso el pase atrás para que Olmo, mortal de necesidad adelantara a los suyos.
El Rayo quiso empujar pero no quedaban fuerzas. Isi no pudo domar el pase de Lejeune que lo dejaba solo. El oficio y la calidad azulgrana se imponían, Fermín aportaba control y frescura y la franja parecía no tener opción. La desgraciada lesión de Marc Bernal dio paso a la heroica de la franja. Primero Gumbau falló la volea del empate y luego pudo redimirse con un pase de la muerte a Nteka que marró una ocasión inigualable.
El Barça resistió para un pleno de nueve puntos y el Rayo mostró detalles esperanzadores y alguno inquietante de cara al futuro, los positivos en el campo y los preocupantes, como siempre, en el palco.
Esto no para. El domingo, más.
