En este lugar se perdona al imprudente pero corajudo, se anima al que lucha y se ama al que se busca la vida. Solo así se puede explicar que al capitán sin brazalete que hoy pecó de enérgico se le cantara hasta el final, que Jorge de Frutos pusiese todo para pelear el gol definitivo y que Lejeune marcara un tanto con una chilena churrigueresca digna de un porteño de potrero.
En esta casa solo se recela del “pechofrío” y se aplaude al que lo intenta.
Vallecas celebró la victoria definitiva por dos goles a una ante el Granada y Sergi Guardiola aguó la fiesta con un gol postrero en Sevilla que aplazó, posiblemente hasta el final, el festejo por un centenario en primera.
Comenzó el partido torcido, con la expulsión de Trejo por levantar la pierna para disputar la pelota sin mirar por el retrovisor y golpear al rival en todo lo alto.
Cualquier otro día aquello hubiese supuesto la derrota. Este no. El Rayo Vallecano necesitaba ganar, contaba con el apoyo de la grada y por fortuna no contó enfrente con un arquero de leyenda como los Maximiano o Mamardashvili de anteriores jornadas.
Marc Martínez debutaba en la élite del fútbol español con 34 años tras una carrera consagrada en la categoría de bronce y un paso relativamente breve por la de plata. Para los maniáticos de la cábala aquello no significaba nada pero un tercero portero cuyo apellido empezaba por Ma en pies de los punteros rayistas podría ser demasiado.
Podríamos decir que Martínez no tuvo la mejor de sus tardes. Concedió un córner evitable y con él se abrió la caja de Pandora. Isi buscó mas que un centro-chut lo contrario, Marc no consiguió blocarlo, sus compañeros tampoco sacarlo de allí y Lejeune, chulo que castiga con la agilidad de un gato por San Isidro hizo un arabesco que terminó en media chilena al único lugar del arco donde no había nadie por medio (1-0).
La franja, consciente de la situación, buscó el segundo con la prudencia de quien juega con uno menos y Martínez pudo demostrar sus condiciones.
La actitud no demasiado combativa del equipo visitante convirtió el partido en un mirar con un ojo al verde y con el otro al móvil, donde el Cádiz buscaba el gol que lo mantuviese con vida.
Algunos pudieron mofarse del gol que falló Chris Ramos en el Pizjuán ya que, tras superar al meta sevillista lanzó lastimosamente la pelota fuera.
Cádiz y Rayo son almas gemelas en el arte de golear y eso en el sistema de puntuación actual es una condena.
Mas de uno se acordó de aquello cuando Álvaro García, que pudo anotar en la primera parte si no hubiese estado atento Gumbau, superó a Martínez y con la puerta semivacía y peor ángulo que el de Ramos lanzó la pelota al lateral de la red.
Los últimos minutos se prometían de sufrimiento pero un balón peleado por Jorge de Frutos terminó con un rebote en su pie que fue a gol (2-0).
Los ultimísimos minutos tuvieron algo de tensión por el gol visitante anotado por Boyé. El puntero argentino convirtió de tacón en gol el buen pase de Rodelas tras la sorprendente dejada de Nteka. (2-1).
Se festejaba la salvación cuando llegó el gol de Sergi Guardiola en Sevilla que deja un pequeñísimo margen para la desgracia.
Seis puntos de ventaja sobre los amarillos y dos partidos por jugar con empate en el average particular empatado y ventaja rayista de nueve goles en el general sobre los gaditanos.
Mas allá de lo que digan los calculadoras solo cabe estar orgullosos de quienes lograron la victoria tras jugar mas de 90 minutos con un jugador menos y rematar la faena ante Gaudí o en Vallecas ante la Sagrada Familia. Que así sea.