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Surcos de emoción

Es como si siempre se te escapase lo que de verdad está pasando (Nick Hornby, Alta Fidelidad)

por Marcos Dieguez
18 de diciembre de 2024
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Asistencia de 11.267 espectadores en el Rayo Vallecano vs Valencia

Fran Pérez estuvo cerca de anotar ante su exequipo

Gumbau titular en liga por primera vez esta temporada

No tenía misterio. Buscabas en la balda tu ejemplar preferido adquirido en “La Metralleta”, lo ponías sobre el plato y sin mucho miramiento colocabas la aguja en el surco deseado. Música celestial, milagro. Luego llegó la tecnología hasta llevarnos al vinilo como reliquia maravillosa, como música para exigentes o posturetas, clásicos o flipaos.  Ahora escuchar música no tiene emoción.

Se rayaron tantos discos que alguien pensó que no podía penalizar escuchar siempre la misma canción.  Hasta yo tengo un “Wrapped” en Spotify. Aquí los mono temas serían James y Vinicius, pero como preguntados en otra encuesta de satisfacción diríamos que esas historias “carecen de interés”.

Íñigo Pérez, entrenador del Rayo Vallecano parece más de “Alta Fidelidad” y sus jugadores transformaron una vez el verde de Vallecas en surcos de emoción.

Antes del partido sonó el primer himno , el primer gol. “En la bandera de la libertad bordé el amor más grande de nuestras vidas” escribió Lorca. La pancarta, con doña Prudencia en primer plano mereció la victoria.

En el arranque, la frivolidad. Arda Guler, que no entendió nada sacó de centro directamente hacia la portería de Batalla. Lo de buscar el “reel” de IG o el “highlight” está ya muy visto.

El fútbol es tan fácil como ponerse un jersey de lana cuando defiendes y quitárselo al rival cuando atacas. Puede ocurrir que tras la costura te sobre un ovillo de lana. Algunos lo guardarían pero Jorge de Frutos decidió dar vueltas con él a Fran García. Cuando Fran se desmadejó el balón había llegado a Unai López que remató con arte clásico, picado y al lado contrario del portero. Gol (1-0).

El fútbol de ahora es tan fácil como atender a los detalles, correr tanto o más que el rival y ponerle algo de gracia, salero y talento al tema. Casi nada.

Solo la franja lo hizo durante la primera media hora de partido y presentó instancias por quintuplicado para anotar el segundo gol. Los modestos tienen que acudir a mil ventanillas para lograr lo solicitado pero esta vez lo lograron. De nuevo de cabeza y casi sin saltar , a Mumin le bastó con alejar el balón del portero para poner el segundo del Rayo en el marcador (2-0).

Ser rico y poderoso es tener las cosas realmente importantes a solo un clic. Te duele una uña y en diez minutos te han hecho una radiografía y un TAC.  Eso le pasó a los grises, que habían despertado hacía unos minutos de su sesteo pero aún no se habían atrevido por pudor a llamar al médico.  La idea la tuvo Valverde que decidió reanimar a su equipo a golpes. En este caso su violencia fue hacia al balón y las mallas también gimieron de dolor. Su golpeo, facilitado por un segundo de despiste local, fue tan preciso y potente que Batalla solo pudo sacar el balón de dentro de su marco (2-1).

El equipo de la Castellana se hizo las pruebas, se operó y rehabilitó en diez minutos y poco antes del descanso Bellingham empató anticipándose a la zaga como quien abre un grifo y bebe agua (2-2).

Tras la pausa, el Rayo quiso volver a sus inicios pero el Madrid con el agua del grifo en la cara se hizo un “lifting” . Los de la zamarra fea manejaban la pelota y los locales lo intentaban sin acierto y corrían tras la pelota, tanto, que en una de esas jugadas en las que la redonda corre rápido el balón llegó a Rodrygo. El brasileño amagó, alejó a Ciss y con la izquierda soltó un disparo que desviado por un rayista pasó por encima de Batalla y aparentemente de las ilusiones de la grada franjirroja. (2-3)

No ocurrió. Con el escuadrón de rescate ya en la cancha el Rayo inició la operación empate. Álvaro había controlado mal un pase de Lejeune , puesto un balón corto a Camello e intentado un caracoleo, pero esos conatos de incendio iniciaron el caos. Modric llegó de nuevo tarde a una acción y golpeó a Isi, Vini Jr. salió a la cancha para liarla (aún no estábamos seguros de en qué sentido) y Lejeune se dispuso a lanzar uno de sus misiles mientras inglés y brasileño compartían risitas ahogadas de temor en la barrera. Courtois solo pudo despejar la pelota a un lado, Álvaro recogió el rechace y tras un par de arabescos puso la pelota para, de nuevo , Lejeune. El galo, modo ” a mí el pelotón Sabino que los arrollo” disparó con malas intenciones e Isi, ladino, desvió la pelota a gol . (3-3).

A partir de ahí media hora para honrar camisetas o mancharlas, para ser audaz o miserable, para poder ganar o perder , para emocionar o indignar.

Pedro Díaz pudo dar los tres puntos en su primer toque rematando ajustado la acción de Álvaro e Isi.

Modric intentó un pase de la muerte. Estuvo Batalla.

El partido estaba movido, intenso y emocionante hasta que llegó el de siempre para reclamar su cuota de pantalla. Vinicius Jr. convierte la protesta al arbitro en una amenaza, en un matonismo que rompe en pedazos una vez más su imagen de víctima. Esta vez su falta de autocontrol y su ego desmedido estuvieron al servicio del Rayo como veremos después. Con la merecida amarilla en su haber, el tipo siguió insultando al trencilla que le perdonó la expulsión de un modo inexplicable.

Los del silbato son seres humanos y el exceso en la protesta del astro carioca le pasó factura. Vinicius pudo ser víctima de un penalti, pero quemado el cartucho de la amenaza anterior no pudo airear su malestar y la jugada no fue revisada.

De ahí hasta el final el Real Madrid lo intentó y el Rayo resistió hasta el último aliento, el que faltó para, ya casi en la puerta de vestuarios haber seguido el intento de Lejeune al que, no como a los falsos elegidos, siempre hay que tener fe.

Empate final en un partido lleno de surcos de emoción,  los de poner la aguja en la canción del Matagigantes que llevó al Rayo al imaginario colectivo.

 

 

 

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