Hace una semana, a la hora en que Pathé Ciss anotaba el gol de la victoria en Mestalla estaba atascado pero orgulloso.
El pueblo valenciano se cruzaba en el camino que me llevaba en autobús a recoger mi dorsal para la maratón de Valencia. Estuve preocupado de llegar a tiempo a recogerlo pero una emoción creció en mí, la de ver a los ciudadanos defender su tierra y reclamar a las autoridades recursos, trabajo y esfuerzo para devolver a los valencianos su vida, la secuestrada por la DANA. La protesta, tan honrada como educada y emocionante siguió su camino y yo el mío, pero me emocioné y clamé al cielo para que el fango de los políticos no embarre de nuevo los pueblos aún afectados.
El Valencia, emblema de capital y provincia sigue atascado. Es una pena, pero sus jugadores, puro trabajo, orgullo y esfuerzo pero escasez de recursos no avanzan. Pasada la emoción y adrenalina del primer impacto han vuelto a confirmar su candidatura al descenso mientras el Rayo Vallecano respira.
El empuje de los locales fue el de la ciudad el domingo anterior en las calles de Valencia. En Mestalla sonó la banda y en Montelivete, salida del Maratón el Himno de Valencia. Pelos de punta y a darlo todo.
La primera bofetada la recibimos equipo local y corredor en Mestalla. Mientras que yo tuve que parar para ir al baño al pasar cerca del coliseo ché (kilómetro 14, el Valencia quiso echarse agua en la cara pero le cayó un jarro entero en el minuto 7. Pathé saltó solo y remató un córner con la soledad del corredor de fondo. Gol. (0-1).
Derrotada la concentración, equipo local y corredor visitante perdimos la compostura. Ambos corrimos también demasiado rápido buscando recuperar el tiempo perdido y Álvaro se contagió, abriendo demasiado el pie para empujar a gol el pase de Ratiu.
Faltos de clase y talento, corredor y equipo de Baraja intentamos triunfar a base de orgullo pero los pases de los blanquinegros eran imprecisos y mis parciales cada vez más lentos.
Cumplido el segundo tercio de nuestras luchas, Valencia y corredor tomamos caminos distintos. Los futbolistas pusieron toda la carne en el asador para superar las Torres de Serranos pero no lograron entrar. Yo supe en ese kilómetro 28 que la meta sería mía, tarde o temprano.
Rafa Mir estuvo a punto de empatar con la mano pero el balón no entró y Lejeune lo evitó a tiempo.
A partir del kilómetro 30 pase a ser el Rayo. Resistí con el carácter de Batalla, con la sonrisa de Ratiu, con la pillería de Camello, con la entereza de Valentín, con el empaque de Lejeune, la inconsciencia contundente de Mumin, el despliegue de Pathé Ciss, ya sin la chispa de Álvaro pero con un orgullo de franja que me hizo ser querido cuando, como el Rayo estuve a punto naufragar en el 39. Cerca de la meta y vacío de fuerzas necesité un grito de ánimo de quien compartió asfalto (o grada) conmigo.
Cuando llegué a la meta, medalla al cuello/tres puntos más en la tabla sentí la satisfacción de lograr el objetivo, sin brillantez pero con la emoción de haber puesto todo para abrir su muralla y cerrar la mía.
Tres puntos que son remanso de paz.
*Dicen que la expresión “quedarse a la luna de Valencia” tiene su origen en aquellos que quisieron entrar a Valencia y quedaron “extramuros”. La ciudad, amurallada y protegida por las Torres de Quart y Serranos, permitía la entrada hasta las diez de la noche . Una vez pasada la hora, se cerraban las murallas y se quedabas fuera, a la luna de Valencia.
PD: Lo importante no es correr ni jugar al fútbol pero poder hacer ambas cosas gracias al esfuerzo de un montón de gente debe ser ya motivo de orgullo y satisfacción (no seas guasones que os veo). Perdonen los ofendidos si la crónica salió “local” pero creo que la ocasión lo merecía.
PD2: Volvemos a hacer crónicas, la odiosa maratón agotó mis energías.