“Salimos de la cárcel, metemos la primera
En el loro Deep Purple, chirrían las cuatro ruedas
Vamos marcando el paso, vamos rompiendo hielo
No hacemos ni puto caso de las señales del cielo
Que no tenemos pasta, pues dormimos un rato
Porque el dormir no gasta sale mucho más barato
Nos comemos la noche cacho a cacho, gramo a gramo
Enroscamos el coche, ya mañana no llegamos”.
Gusto de escuchar esta canción de Estopa cuando el Rayo enfrenta a un “grande”, pensando en la actitud que los jugadores deben asumir ante un partido de tremendo calado, una especie de inconsciencia, osadía y disfrute socarrón.
Luego caí en la cuenta de que la rumba de los de Cornellá le iba como un guante a cualquier película de cine quinqui y “Deprisa, deprisa”, de Saura debía ser el título.
Finalmente entendí que tal inicio era el resumen perfecto de lo acaecido anoche entre Barcelona y Rayo en la montaña mágica, que podría haber sido la de Montjuic, pero en realidad fue la de Thomas Mann, escrita en 1924 (¿les suena?) y relato del decadente modo de vida de la burguesía europea antes de la guerra mundial, entonces la primera y quien sabe si ahora la tercera.
¿El fútbol esta de capa caída? Yo digo sí.
Las novedades introducidas en el mundo del fútbol que pretendieron dar mayor equidad al deporte rey pusieron el statu quo en peligro y dieron lugar a la desaparición del mundo arbitral en favor de “performances” de tipos atléticos con un silbato que corren en espera de que otro fuera de forma les diga cosas por un pinganillo.
O cosas peores.
¿Qué puede pasar cuando la zaga de un equipo modesto convierte a Lamine Yamal en un chavalín de diecisiete años? ¿ Cuando despliega sus alas convirtiendo la zaga prodigiosa en autopista hacia el cielo?
La primera alarma saltó cuando Fort probó la calidad de la zamarra de Mumin dentro del área. ¿Penalti? Sigan , sigan .
La segunda cuando Ciss agarró en la zona de castigo a Martínez. Dicen que Melero López es un cachondo y cuando tiene que cobrar pena máxima el brazalete no le vibra, le grita Montoooooyaaaaaaa.
Resignación del pobre y sonrisa pícara del poderoso. VAR, penalti y gol local (1-0).
La tercera, en dura competencia y previa de “La isla de las tentaciones” se escuchó hasta en Vallecas. De Frutos anotó el gol del empate con tres jugadores blaugranas mas cercanos a la línea de gol que el anotador. Ante el estupor general, Melero anuló el gol por no sé qué película de que si un atacante que está a cinco metros del defensor que intenta frenar la acción y que no llega ni en moto y al que no obstaculiza es posición… Basta…
Melero López no solo no concedió el tanto sino que se esforzó en que el partido se reanudase con celeridad, probablemente temeroso de que una mirada del VAR lo enviara al centro de la cancha. Fue obvio e intencionado, no lo puedo decir de otro modo.
A partir de ahí el Rayo mostró orgullo en la cancha y fue por momentos ganando metros entre ruletas de Ratiu, carreras de Álvaro y De Frutos. Terminó encerrando en su área al Barcelona, que perdió tiempo sin ser censurado por nadie mientras Batalla, ajeno a querellas previas sufridas por argentino y canchero y centrado en lo suyo subió por la gloria y terminó haciendo sombreros jugando de libre.
Solo sale rematar esta contra a destiempo citando “Rayo Vallecano, un equipo de barrio” de Alejandro Castellón. En una de las obras destacadas del centenario rayista , Castellón, amigo escritor, habla del orgullo de su hinchada que prima la actitud en el campo sobre el resultado. “Ganar tiene que ser la hostia” rezaba un eslogan. Ni falta que hace. Hay derrotas que llenan mucho más que tres puntos.