De Diógenes compré un día la linterna a un mercader; distan la suya y la mía cuanto hay de ser a no ser. Blanca la mía parece; la suya parece negra ;la de él todo lo entristece; la mía todo lo alegra. Y es que en el mundo traidor nada hay verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira. (Ramón de Campoamor, Las dos linternas).
El Rayo Vallecano cayó derrotado ante el Villarreal por un gol a cero, pero no se puede decir que la afición franjirroja saliera muy disgustada. Perder el partido no gusta, claro está, pero la valentía, el coraje y la nobleza mostrados por los jugadores de Íñigo Pérez llevaron al sosiego general tras el luto inicial.
Alguien dijo que en la vida solo hay que preocuparse de lo que depende de uno y en eso, salvo en el fallo de marca de Pedro Díaz que terminó en el gol de Ayoze, tremendo puntero, los jugadores de Vallecas pueden estar tranquilos. Quizá otros no puedan o deban estarlo.
Tenemos tendencia a ver solo el “highlight”, el extracto de lo más destacado o anecdótico del partido. Estamos en nuestro derecho. Los árbitros no. Ellos deben ver todas y unas las acciones del juego, conocer a los participantes en él y estar dispuestos a tomar decisiones difíciles.
Cuando en los 90 preguntaban al extravagante Dennis Rodman, estrella de las NBA porqué capturaba toneladas de rebotes todos los partidos decía sorprendido que veía vídeos y vídeos y analizaba a rivales o incluso donde podía terminar la pelota tras un lanzamiento a canasta errado. Lo consideraba su trabajo.
La grada de Vallecas se calentaba mientras veía que en todos los balones divididos la falta era en favor de los amarillos y el saque del mismo color. Llovía sobre mojado. En una jugada intranscendente, Yeremi Pino, cargó sin necesidad sobre Isi que cayó, se levantó y siguió jugando. En la siguiente, Yeremi, de modo imprudente metió el pie sabiendo que no llegaba al balón pero sí al borceguí del murciano. Dobló su tobillo y giró su rodilla. Lo lesionó. No hubo castigo para el internacional español que siguió jugando con fuego durante todo el partido y al final salió tras ver la amarilla.
El partido era competido, con ciertos acercamientos visitantes en los que Barry y Ayoze probaban puntería, pero nada hacía presagiar o todo, si somos mal pensados, lo que iba a ocurrir.
En una incursión por el costado derecho Ratiu es objeto de falta y el trencilla, en una jugada sin demasiada ventaja para la víctima de la infracción hace seguir el juego. El balón termina siendo disputado por De Frutos y Cardona. El visitante se impone, recibe primero un pisotón del segoviano pero intenta seguir la jugada y el rayista, sin violencia lanza la pierna en una rara caída para intentar frenar la contra. Cuando el visitante nota que el impacto, ínfimo, es a la altura de su rodilla activa el protocolo VAR de los futbolistas y se queda en el suelo hasta que el video-arbitraje actúe. No hay acción como esa que resista una repetición en “cámara lenta”. De Frutos fue expulsado y tocó remar la segunda parte.
El Rayo salió entonado en el segundo acto, consciente de su misión y durante minutos superó al rival que cocinó a fuego lento con sabiduría su victoria. Ésta llegó de modo cruel donde se igualan las fuerzas, en un saque de esquina. Lejeune, de libre no pudo llegar al despeje y Ayoze, letal, se desprendió de la vigilancia de Pedro Díaz con excesiva facilidad. Remate certero y a la jaula (0-1).
La franja no dejó de intentarlo y Nteka, cerca del poste de Conde dió el primer aviso.
Gumbau pudo empatar el encuentro pero su disparo, de derechas salió demasiado centrado.
Etienne Eto´o debutó en la punta pero poco pudo hacer ante un Villarreal que supo hacer valer su superioridad numérica y que, con los locales volcados al ataque pudo lograr a alguna contra el segundo tanto.
Segunda derrota consecutiva del Rayo dando las mismas sensaciones positivas que durante la racha cortada en Montjuic. Solo falta que los silbato nos vean con otra mirada.