Vallecas perdió y parafraseó a Luz Casal: ”Y no me importa nada”. Porque con los deberes de la permanencia entregados en el Coliseum, la vida se ve de otro color. Como esos días de colegio tras el último examen en los que se hace de todo menos abrir un libro. Fue un día de disfrute puro y duro para aficionados y jugadores, a los que como apuntó Balliu en su entrevista para este medio, se les vio más sueltos, disfrutones; e inevitablemente, relajados. Así halló petróleo barato el Submarino, con cinco tímidas llegadas como cinco vitales goles para su pulso europeo. El Rayo Vallecano salió a ganar, pero sin importarle perder. Y lo malo de esa mentalidad, es que pierdes el 99% de las veces.
Fue tan precoz el primero que muchos se lo perdieron, bien porque entraron relajados, echando un vistazo sosegado a las semi-nuevas puertas de la Albufera, o porque seguían bromeando con sus vecinos de butaca. Cuando levantaron la vista vieron a Pedraza levantando los puños en un córner y en el marcador, un 0-1 (a medias; víctima de ese hackeo digno de Pegasus que debió romperlo sin remedio hace una década; a ver si para el centenario hay suerte). El lateral izquierdo había cabeceado a la jaula. Y ni había dolido.
Pero ese gol sí hizo al Rayo despertar. Jugó tan bien la Franja durante casi media hora, que se preveía la derrota. Merodeaba en el ambiente esa crónica anunciada del ‘jugaron como nunca y perdieron como siempre’. Porque el 1-1 de Guardiola, casi sin querer, fue a la postre maquillaje. El delantero le pegó tan mal a un centro raso que el cuero se quedó muerto en el área y pasó a ser el mejor amago del Siglo XXI. Marcó a placer, con Rulli vencido e incrédulo.
Y ahí se acabó el León de Nevir, rumbo a su retiro vacacional. En apenas 15 minutos, ya perdía 1-4. Sí, 1-4. Al igual que el primero, el segundo llegó de cabeza, obra de Foyth y con escala en el larguero. Alcácer, poco después, se plantó ante Dimitrievski y ejecutó con la zurda al palo largo; y cuando ya asomaba el descanso, ejecutó Pau Torres el derechazo al mentón que dejó KO al Rayo.
Porque el boxeador de Payaso Fofó se revolvió en el ring con un gol de Catena tras media decena de rebotes. Y suscitó algunos gritos de ”¡Remontada, remontada!” en las gradas. Más irónicos que otra cosa. De hecho, fue mayor el ímpetu de cantar que el de obrar una heroica, porque el VAR lo anuló tras una revisión interminable. Y ese 0,001% de opciones que quedaban sobre la mesa, desaparecieron de golpe. Iraola intentó reanimar a su monstruo con una inyección de tres delanteros (Falcao, Nteka y Sylla), pero ni toda esa adrenalina pudo reactivar el pulso de un equipo que se dejó llevar y una grada que -salvo en el fondo- se contagió del poder soporífero de una segunda parte que dormiría al búfalo más bravo sobre la tierra. Pedraza hizo la manita con un obús a la escuadra en el 88′. C’est fini.
La tarde fue una fiesta de la permanencia. De que la Franja jugará la temporada que viene por 20ª vez en Primera División. Y eso es todo lo que importaba. El marcador, ya saben, Luz Casal.