Este viernes se inicia en Valladolid el sueño de la Copa del Rey para el Rayo Vallecano. Y digo sueño porque no puedo evitar ilusionarme cada año cuando arranca el denominado “Torneo del KO”. Y es que tiene varios ingredientes que la deslucen: formato, horarios, calendario…pero pese a ello, la Copa sigue siendo ese mínimo resquicio que el fútbol español concede a las fantasías de los “pobres”.
Pero si nos centramos en el Rayo Vallecano, ¿cuál es el sueño de la Copa? El equipo de Vallecas no es ni ese humilde soñador en busca de su noche de gloria ante Real Madrid o Barcelona, ni ese aspirante a levantar el trofeo allá por el mes de mayo. Digamos que estamos entre esa terna de equipos a los que resulta inevitable formularles una pregunta a estas alturas: ¿Tirar o no tirar la Copa?
Sin embargo, siempre consideré irreal esa pregunta. Nadie juega una competición sin querer ganar. Y digo más. Nadie juega un partido con ánimo de perder. Ningún equipo “tira” la Copa y menos, Paco Jémez. “La Copa da mucho prestigio”, explicaba hace unas semanas el propio entrenador cordobés, que aún tiene clavada una espinita por la pronta eliminación de la pasada temporada ante Las Palmas. Sobran las palabras.
Las voces más críticas argumentarán que distrae y que es difícil compaginar duelos a vida muerte entre semana con lo valioso que es aquello que el Rayo Vallecano pone en juego cada domingo. Otros, aquellos que somos más románticos, vemos en cada cita copera para nuestro equipo (sea cual sea) una noche especial, llena de magia e ilusión. El romanticismo y los sueños no son tangibles, pero de ellos viven el fútbol, los clubes y sus aficionados. Que nadie lo dude.
Como reflexión final diré que la Copa del Rey está llena de momentos mágicos. De goles, remontadas, sorpresas y sobre todo sueños, muchos de ellos cumplidos y otros tantos rotos. Hace mucho que el Rayo Vallecano no se da una alegría en el “Torneo del KO” y quizás por ello, y porque espera un año de remar en el alambre del abismo, se antoja ideal una vía de escape y fantasía. Háganme caso, sea cual sea el destino, nunca se debe renunciar a soñar. Que empiece el sueño.